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Actulizado 4:17 PM UTC, Nov 11, 2024

María Toledo cumple un sueño en El Maestranza

La artista toledana supo sacar el genio necesario para destacar con sus naturales dones

Ranchera Flamenca‘. Cante y piano: María Toledo. Guitarra: Curro Carrasco. Percusión: Isidro Suárez. Palmas: Juan Grande y Juan Diego El Lebri. Coros: Noemí Humanes. Bajo: Natanael Borja. Teclados: José María Cortina. Trompeta: Manuel Machado. Baile: Antonio Moreno, Polito. Artistas invitados: Los del Río y la Banda de Mariachis Chapala. Lugar: Teatro de la Maestranza de Sevilla. Día: Sábado, 23 de octubre de 2021. Aforo: Media entrada.

Ranchera Flamenca‘, un espectáculo consagrado, donde lo mexicano y lo español tejían un orbe común y mesurado. Una actuación que llenó cada momento con una exquisitez digna.

La artista comenzó la gala con un traje rojo del diseñador Fernando Claro y una diadema, ambos elementos hacían que la puesta en escena fuese crucial para el concepto de la función.

El arranque fue con la banda al completo, comenzando con una rumba arrancherada que sentó como espuma de orilla para el ardiente público sevillano.

María Toledo

Toledo reluce en el escenario, donde brilla su seguridad. Su presencia es de diva y ella, al igual que todos, sabe que lo que hace es de una extraordinaria categoría.

Un teatro Maestranza a medio aforo, pero volcado con la artista desde el primer momento. El respetable supo valorar la actuación y hacerse notar, pues como es común en ambientes flamencos el público actúa como un elemento más del espectáculo y Sevilla, en eso, no falla; los «ole», los «guapa ere miarma» resonaron en el teatro con una decisión casi premeditada, cosa que enriquecía aún más la actuación.

María Toledo

María Toledo sabía a lo que se enfrentaba y no escondió esos nervios propios del estreno en el teatro sevillano, en concreto, durante la sevillana acompañada por el guitarrista Curro Carrasco, de Navajita Plateá. Una sevillana en Sevilla, difícil situación, su saliva se veía áspera, el corazón le vibraba alto, pero su talla de artista consolidada ayudó a que respondiera de manera excepcional. Carrasco supo acompañarle dulcemente en estas sevillanas con sones rancheros. María tiene muy integrado el cómo disponer esta fusión, inspirada en artistas de antaño como La Niña de los Peines o Antonio El Chaqueta. Toledo llevaba las letras del nuevo mundo navegando por sus aguas atlánticas, y las remataba con quejíos propios de la ribera del Guadalquivir.

La actuación fue sucediéndose de manera fluida, con evidentes sones por los palos más flamencos: seguiriyas, alegrías, tangos y bulerías. Una seguiriya que evocaba a la gran Rocío Durcal, Se me olvidó otra vez. La artista toledana pedía jaleo y el público no dudaba en devolverle el entusiasmo que sobre el escenario se estaba desarrollando.

María Toledo

La cantaora no podía contener su ilusión, la ilusión de cumplir un sueño, su primera vez en El Maestranza. La furia flamenca se le escapaba en su corporalidad, una necesidad impetuosa le venía de adentro, como llamada por los gritos más profundos de nuestra tierra. Hasta ella misma perdía los estribos del piano y apretaba los puños como si estuviera desprendiéndose de las cadenas de la realidad, esas cadenas que el flamenco es tan capaz de romper. Cada quejío era liberador, cada grito desolador quebraba las columnas de Hércules y afilaban hasta el más frío de los corazones. Esa muestra de conexión, de rabia y de altura fue un evidente signo de su presencia consciente en lo que se estaba fraguando la noche del sábado. “Aquí me voy a dar entera”, decía la cantaora, y así fue, se dio por derecho.

Con la rememorable Cielito Lindo, pero arrumbada, el público respondió entusiasmado. Durante la ejecución de este éxito internacional de Quirino Mendoza, el percusionista sevillano Isidro Suárez fue majestuoso, un sentido del compás estratosférico, pero con una sobriedad directa, todo fue más sencillo con sus ánimos de ida y vuelta, fluía como rocas resbaladas por cascadas, con decisión y naturalidad.

María Toledo

Las palmas se mantuvieron correctas y jaleantes, de la mano de Juan Grande y Juan Diego El Lebri. Ambos supieron dar compás a tono, sabiendo donde dar esa palma de más que separa la fiesta de la tragedia gitana. Los coros de Noemí Humanes sonaron puros, a los 80`, fueron acertados en su ejecución.

El bajista y el teclista, Natanael Borja y José María Cortina, respectivamente, fueron eficaces, ambos supieron mantener la atmósfera común a la idea.
El trompetista cubano Manuel Machado estuvo sorprendente, su ejecución a veces llevaba a los cielos más angelicales y a veces parecía no saber compenetrarse con la banda.

María Toledo

El bailaor Antonio Moreno, Polito, como siempre insuperable, una de las grandes apariciones de la noche, con una destreza sublime, su manera tan natural de moverse lo hacía hipnótico. El nieto de Farruco tiene el poder de volar por una nube y caer firme y acompasado en la más estrecha de las losetas gitanas.

También estuvieron las colaboraciones con Los del Río, que no causaron gran expectación; y con la Banda de Mariachis Chapala, los cuales resultaron adecuados para el concepto y para el enriquecimiento del mismo.

María Toledo

La interacción audiovisual, a mi parecer, fue usada de forma antinatural y forzada. Como método integrador la artista decidió proyectar un video explicativo haciendo de introducción, algo que el propio espectáculo tenía suficiente discurso como para añadir este tipo de intrusiones audiovisuales, que desconectaba de lo que en el escenario se fraguaba.

María Toledo demuestra una posesión gitana y andaluza, una profundidad en cada quejío, cada vez que su voz se rompe es como si de mármol italiano quebrado por el mismísimo Miguel Angel se tratase. Cae donde debe, en su sitio, mece el compás y reina su valentía y genio digno de una seguridad que la consagra como referente flamenco y artístico.

María Toledo

Fotos: Gabriel Gómez.

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