Nuevo disco de Gregorio Moya: Que no duerma nadie. Aunque el cantaor flamenco defienda su arte con su cante —independientemente del lugar de su partida de nacimiento—, no es hiperbólico afirmar que nacer (o no hacerlo) en templos jondos como Jerez o Triana determinaba antaño la vida de un flamenco.
Afortunadamente, gracias a la globalización y universalización del flamenco, y desde hace tiempo, ese estigma del flamenco no nacido en tierra santa jonda ha sido superado. Con el álbum ‘No duerme nadie’, y desde Argamasilla de Alba (Ciudad Real), el cantaor Gregorio Moya (1984) rinde un riguroso y cabal homenaje a Enrique Morente.
Bajo la producción de Droguería Music, el trabajo recoge una selección de los 26 álbumes que el cantaor albaicinero grabó en solitario ente 1967 y 2010. La selección de la obra morentiana interpretada por Gregorio Moya es acertadamente sincrética, como lo fue el cantaor granadino dentro y fuera de los escenarios.
Los catorce temas de ‘No duerme nadie’ aglutinan cuatro etapas y/o bloques creativos del espectro de Morente. En primer lugar, una selección de producción más tradicional (granaína y malagueña del ‘Homenaje a Antonio Chacón’, en 1977, y caña de ‘Essesnes flamencas’, en 1996); en segundo lugar, cantes con la impronta innovadora del artista de los álbumes ‘Se hace camino al andar’ en 1974 (seguiriyas), ‘Despegando’, de 1977 (tarantos, soleares y los tangos La estrella como himno del disco) y ‘Sacromonte’ de 1980 (fandangos).
Apartado especial del repertorio del granadino merece, como tercer bloque de ‘No duerme nadie’, el cuidado que Morente dedicó a las letras y la poesía. Miguel Hernández, Alberti y Lorca rescatados de tres álbumes: ‘Homenaje a Miguel Hernández’ (1970), ‘En la casa Museo de Federico García Lorca’ (1990) y ‘Negra, si tú supieras’ (1992).
Por último, Gregorio Moya interpreta el salto cualitativo más ambicioso del cantaor granadino seleccionando tres temas del legendario ‘Omega’ (1996): Pequeño vals vienés, La Aurora de Nueva York y Aleluya.
La alargada sombra que proyecta Enrique Morente en este álbum no debería ser impedimento para reconocer la mayúscula capacidad de interpretación que exhibe Gregorio Moya en todos los cortes. Al timbre inconfundible de su voz, lo complementa un virtuosismo en los giros y, sobre todo, un dominio de la media voz que nos recuerda una máxima: sonar bien no es suficiente para cantar bien. En el cantaor de Argamasilla de Alba hallamos ambas cosas. Y esa cualidad de gran intérprete, ya sin los artificios propios de cualquier grabación, puede disfrutarla el aficionado, además, en el directo de Gregorio Moya. En la libertad del recital el espectador puede vibrar al comprobar que no hay beatería en su arte. La misma esencia se intuye en la persona que hay dentro del cantaor cuando con humildad habla sobre la comparación con Morente: “Siempre habrá quien lo vea como una condena porque solo buscará la comparación y ahí salgo perdiendo”.
Por otra parte, en ocasiones se ha objetado a grandes maestros la escasa capacidad de vocalización. Gregorio Moya muestra una técnica vocal diáfana que facilita la transmisión del mensaje y, sobre todo, que perpetúa fielmente la obra del maestro granadino. Al escuchar ‘No duerme nadie’, puede emerger el eterno (y manido) debate entre la ortodoxia y heterodoxia. En ese debate, y en un género tan impuro como el flamenco, habría que recordar que a través de
Morente escuchamos, en realidad, a Pepe el de la Matrona, Aurelio Sellés o Bernardo el de los Lobitos, como primeras referencias para el cantaor granadino.
Con las colaboraciones ilustres de Montoyita, Niño Seve y Pepe Habichiela, y la guitarra inseparable de Alejandro Torres, en ‘No duerme nadie’ asistimos a una antología flamenca necesaria. El alumbramiento no sucedió en el barrio de Santiago de Jerez ni en el Sacromonte granadino. Ocurrió en un lugar de La Mancha llamado Argamasilla de Alba. Que nadie se duerma. Escuchen a Gregorio Moya.
Contenido del álbum