El pasado miércoles, el guitarrista esteponero Daniel Casares presentó en el Teatro Cervantes su octavo trabajo, ‘Guitarrísimo’, que irrumpe como una reivindicación de la guitarra flamenca en su estado puro, como instrumento solista, al amparo de las palmas del marbellí Dani Bonilla y el gaditano Diego Montoya.
Desde su primer disco, ‘Duende Flamenco’, allá por el año 1999, Casares ha sido prolijo en discografía y con solo 40 años ya tiene en sus manos, y para beneficio de los aficionados, ocho trabajos que muestran su evolución y su amplio registro como artista. En este último álbum, el esteponero incluye ocho piezas inteligentemente presentadas, que fueron llenando el teatro de sensaciones y sentimientos a flor de piel, que se iban enraizando en el público.
La puesta en escena recogìa la pureza de la obra, y con un fondo anaranjado se mostraba al guitarrista flanqueado por sus dos palmeros. Era la presentación de las alegrías Trasmallo.
Las demás piezas trascurrirían con un fondo negro que nos recogería en la instrospeccion personal del artista. Mi Refugio es una taranta que enlaza con sus tangos El Pantalán. La técnica y el virtuosismo de Casares se entremezclan con cambios de tonalidades que nos van embaucando hacia desconocidos lugares llenos de bellos matices. Personalmente, me maravilló el juego de intensidades del artista, sobre todo en Suspiro al cielo, una fantasía en donde conmemora a todos los artistas, y en el fondo, a todas aquellas personas cercanas que nos han ido dejando durante estos tiempos de pandemia. La defino como profunda y toda una experiencia extrasensorial que consigue acercarnos a ellos.
Luz de Vida es mi segunda pieza preferida de la obra, una guajira que se va descubriendo para mostrarse con toda su intensidad en picados llenos de picante con sabor a ida y vuelta, y que se repiten para, como el buen estribillo, instalarse de por vida en mi subconsciente.
Oropéndola es el alegato de Daniel Casares para el zapateado, que, ahora en desuso, fue el maestro Sabicas esparciendo por el mundo; y que misteriosamente no arraigó en estos tiempos.
Mis compañeros de butaca destacaron la soleá Maestro Évora y la pulsación magistral junto al empleo envolvente de los bordones como una señal de identidad propia. Lo que está claro es que no deja indiferente a nadie; y a todos con necesidad de más y de volver a escuchar lo visto.
El cierre de la noche fue por bulerías, con su pieza Capote de Seda, que ya mostró en las redes a principios de año, y en donde la velocidad de los acordes, rasgueos y picados se acompasa de una forma endiablada con el repique de las estupendas palmas de Montoya y Bonilla. Todo un fin de fiesta para tan mágica noche.
Tras este recital, recomendamos encarecidamente que accedan a la obra ‘Guitarrísimo’, editada por el sello BMG y disponible desde el pasado mes de junio en las principales plataformas de música streaming.
Fotos: Daniel Pérez / Teatro Cervantes y Pellizco Flamenco.