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Actulizado 11:01 AM UTC, Apr 26, 2024

La saeta de ‘La Portuguesa’

Y volverán los lirios
y cruzarán las calles
la tragedia y la muerte.
Y seguirá muriendo
un Cristo cada día
y una madre llorando
sus lágrimas de cera.

Puede que desde algún balcón tengamos el privilegio de oír una saeta. Y vuelven a mi mente los recuerdos, y soy niña de nuevo en una estrecha calle donde una voz menuda y honda al mismo tiempo canta desde una angosta ventana. La voz de aquella mujer, apodada ‘La Portuguesa’, cantando saetas volverá a mi memoria en estas fechas.

Alguna vez he vuelto a esa calle por sentir
la profunda emoción de su voz en el aire. La saeta, del latín ‘sagita’, jaculatoria o copla para ser cantada en las procesiones de Semana
Santa con letras alusivas a la Pasión de Cristo. La saeta procede de los primeros cánticos que hacían los Hermanos del Pecado Mortal y
los de la Aurora, allá por el siglo XVIII, pero como cante popular nace alrededor de 1840, destacando la saeta vieja cordobesa, la
cuertelera de Puente Genil, la samaritana de Castro del Río, la de las monjas de la Consolación de Utrera o la saeta de pasión perota de Alora.

En nuestra Semana Santa y en mi mente, la saeta quedará ligada para siempre a la voz e inconfundible estilo de ‘La Portuguesa’,
sirva mi poema como homenaje a aquella gran saetera y a aquellos transparentes y luminosos días.

Calvario
Por la calle la amargura
baja el llanto con la pena,
todo es dolor y locura,
eslabón de una cadena
que cumple su desventura.
Y cuando llega al calvario,
en medio de aquel gentío,
lloran las santas mujeres
por el Rey de los judíos.
La muerte pasa y suspira
junto al clamor desolado
y la Magdalena mira
a Jesús crucificado
al que se le va la vida.
Para que todo se cumpla
agua pide el Redentor
y a beber le da un soldado
un vino agrio y salado
antes de clavar su lanza
en la luz de su costado.

Encuentro
En la profunda herida del dolor,
la rosa oscura de la noche clama.
Firmes columnas desnudas se yerguen
en el frío Pretorio de la madrugada.
Pasa triunfal la banda con sus notas
abriendo rosas en la cuesta encalada.
Música y nocturno.
Saeta y plegaria.
Óleos y lirios.
Cendales y llamas.
Desclavad a Cristo de esa cruz tan alta,
que al volver la esquina su madre lo aguarda.
Que los clarinetes proclamen su marcha
y guarden silencio la torre y la plaza.
Suenen las trompetas y el trombón de varas,
que llore el oboe y gima la flauta.
Que el fagot anuncie otra luna malva,
vibren los timbales, platillos y caja,
y una luz astral penetre en el alma.
Descended a Cristo de esa cruz tan alta,
que su madre quiere besarle en la cara.
Que hable el silencio y muera la espada.
Que los clarinetes anuncien el alba.
Que vuelva a la flor el viento y la calma,
y la banda llore sus notas de plata.

Pongo fin a mi pregón y dejo mi voz a los pies del Nazareno. Me asomo al fondo de su triste mirada y la saeta clama por mi pecho.

Dame lumbre, nazareno,
para contemplar el rostro
de este Cristo tan sereno
que lleva la cruz a hombros
y la agonía por dentro.
Dame una rosa, mujer,
un clavel, una azucena
para quitarle la pena
y esta corona de espinas
que lleva Cristo en la sien.
Dame muchacha una estrella,
un pañuelo, un cascabel,
un cofre lleno de besos
para dejarlo a los pies
de mi Cristo Nazareno,
que camina por las calles
de este pueblo malagueño.

Encarna Lara (extracto de su Pregón de la Semana Santa 2018 de Cuevas de San Marcos – Málaga)

 

 

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