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La conferencia de Manuela Laíno sobre los fandangos de Huelva, para enmarcar

Conferencia ilustrada sobre los fandangos de Huelva. Cante: Manuela Laíno. Guitarra: David Soto. Lugar: Peña Flamenca La Repompa -Centro Cultural Casa Museo Taurino de Benalmádena (Málaga). Organizan: Federación de Peñas Flamencas de Málaga e Instituto Andaluz del Flamenco. Día: Viernes, 21 de junio de 2019. Aforo: Lleno.

Manuela Laíno posee un conocimiento profundo de los cantes de su tierra (es natural de Almonte) y es una investigadora incansable sobre el origen de los palos autóctonos, especialmente los fandangos; dedicándose a desmontar mitos y a ofrecer luz. Con estos mimbres, impartió una conferencia ilustrada sobre los fandangos de Huelva para enmarcar. Quizá un poco excesiva en su duración (más de dos horas), pero le puede, y le mueve, la pasión.

Reconocida saetera, Laíno ha ganado innumerables premios en concursos y cuenta con varios discos en su haber. Estuvo arropada por un joven y estupendo guitarrista almeriense, de El Ejido, afincado en Huelva, David Soto.

La onubense prefiere hablar de cantes, en lugar de fandangos, de Huelva. «Es una expresión musical de vivir en Huelva, de raíces tartésicas; es nuestro ADN, nuestro DNI espiritual. Es el cante de nuestra historia, nuestra historia cantada», sentencia.

Pasa a exponer sus conocimientos con infinidad de detalles históricos y musicales y los ilustra con su cante y el toque ajustado de Soto. Asegura que ya en el siglo XIII se cantaba el fandango de Santa Eulalia y subraya que, como es sabido, Alosno es la cuna. Y concluye que este cante popular bailable primigenio es anterior a la entrada de los gitanos en la Península, datada en 1425.

Interpreta diferentes estilos de fandangos bailables de la Sierra de Huelva: de Santa Eulalia, Almonaster, Encinasola, pellizcando con su voz flamenquísima. Y prosigue con Riotinto y Calañas, que popularizó en su día El Cabrero. Y ofrece, asimismo, un recorrido por otros fandangos no bailables sin salir del Andévalo, de la sierra: de Canalejas de Puerto Real, que también cantó El Sevillano; El Cerro y Valverde, los más antiguos; Santa Bárbara y Cabezas Rubias, que curiosamente ninguno de estos pueblos reconoce como propio. Canta con verdad una letra de Antonio El Ínclito, allí presente.

Se detiene en cuatro destacados intérpretes y creadores de los fandangos onubenses: Paco Isidro, Antonio Rengel, Pepe La Nora y José Rebollo. «Huelva tiene pocos fandangos autóctonos -asevera-, porque son fandangos populares que interpretan cantaores como Paco Isidro, más creador que intérprete, al que se le atribuyen siete, pero yo los dejaría en tres o cuatro, influido por los melismas del Alosno, donde vivió. Antonio Rengel es el miura, el más difícil y el más completo. Aprendió de su madre y creó cinco estilos».

A su tío abuelo Pepe La Nora le dedica la letra que interpretó basado en el original en cassette que le legaron a ella. Y prosigue con Rengel, sin guitarra, con el palilleo, forma característica de marcar el compás ternario del fandango en su tierra. «Los de Huelva aprenden sin guitarra, con el compás, el palilleo».

Recuerda que José Rebollo, de Moguer, fue el precursor del arranque por seguiriyas, que luego puso de relieve el gran Paco Toronjo y muestra las diferencias de matiz entre el fandango popular y el valiente, con pellizco y fuerza a raudales el segundo, haciendo especial hincapié en el de Rengel, «terrorífico, desgarro de voz y a compás».

Continúa la onubense con los abandolaos de Huelva: el conocido de Pérez de Guzmán, «que lo aprendió en El Alosno», y un fandango de 1300, de Zalamea La Real, «con aire de verdial; cadencias de Huelva, pero compás de verdial»,

También se refirió de pasada a los cantes de trilla, los fandangos mineros, los campanilleros, que, según asegura, creó Manuel Torres tras escuchar a los auroros onubenses. «En Huelva son más acompasados».

Amén de señalar el origen de las sevillanas bíblicas, hoy llamadas corraleras, en las seguiriyas alosneras; aclara que el toque de Huelva «es más dulce, parecido al popular; tiene más rasgueo, más adornado, con el compás de 3×4 acentuado. El de Alosno, más valiente, más seguido, parece un caballo galopando». Y canta un fandanguillo de Huelva anónimo que le cantaba su abuela.

Reivindica la figura poco conocida de Felipe Julián y también de dos mujeres alosneras, Juana María la de Felipe Julián y Juana María La Conejita, antes de ensalzar a Alosno y a sus gentes: «Rivalizan a fandangazos; todos tocan algún instrumento. Se trata de letras y músicas transmitidas oralmente de generación en generación. Son sentencias, pensamientos filosóficos. En el caso del fandango cané, se hace con coletilla de entrada y a coro y tiene infinidad de intérpretes hasta llegar a el rey Toronjo»

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