ENTREVISTA AL CANTAOR FUENGIROLEÑO, QUE GANÓ LA LÁMPARA MINERA EN EL FESTIVAL DE CANTE DE LAS MINAS DE LA UNIÓN EN 1975.
¿Cómo fueron sus inicios como cantaor? Tengo entendido que ganó un premio en un concurso cuando aún era un niño y que aún recuerda la letra que cantó.
En los años 50, venían muchos circos a Fuengirola y los del circo, para que fuera más gente, hacían concursillos de cante para los aficionados. Y a mí me calentaron desde chiquitillo. Nací en el 45, luego tenía ya cinco o seis añillos cuando gané el primer premio. Canté una copla -en aquel tiempo habia mucha hambre- que todavía recuerdo cómo era: “¿Cuándo querrá Dios del cielo que se ponga el pan barato, que esta barriguita mía no pase tan malos ratos, como está pasando tos’ los días”. Y la gente se puso en pie y tocando palmas. Y el duro que había me lo dieron a mí.
Está emparentado con El Corruco de Algeciras, por parte de padre, y con Juan Breva, por parte de madre. La tradición cantaora le viene de familia…
Después de los circos, empecé a cantar en un programa de RNE que se llamaba ‘Sobrinos de Félix Sáez’. Ahí ganaba muchos premios.
Fue Pepe Marchena quien lo bautizó como Barquerito de Fuengirola y lo llevó a grabar por primera vez. ¿Podría contarnos la historia?
La primera vez que yo grabé en la casa Belter fue porque me escuchó Pepe Marchena, aquí en Los Boliches, estando en el Bahía. Comimos una vez ahí y estuvimos cantando. Al otro día, llamó a la casa Belter, que estaba en Sevilla, y más pronto me llevó a grabar. Y yendo por los montes de Málaga para arriba, paramos en una venta. Sale el maestro para la calle, mira para abajo y ve la bahía llena de barcos. (Antes, me había dicho que me iba a poner un nombre artístico, porque no le gustaba lo de Moyano -Moyano era mi abuela, pero en la mujer se pierde el apellido-). Y dice: “Ya lo tengo”. Entra muy contento en el restaurante y pregunta: “¿Qué os parece si le pongo al niño El Barquero de Fuengirola, Barquerito de Fuengirola?” Y todos nos dimos un abrazo y dijimos: “Vale, venga”. Lo celebramos en los antiguos montes de Málaga. Fuimos a Sevilla, grabamos y, entonces, empezaba Miguel Márquez como novillero y le saque una copla.
¿Qué recuerdos guarda de su relación con Pepe Marchena?
Muchísimos y muy buenos, porque cantamos juntos muchas veces en Madrid y en muchos sitios. Me quería mucho, porque él tuvo un hijo que murió en la mili. Y decía que yo me parecía a él y me cogió cariño. Tengo un disco con él, mano a mano, ‘Barquero de Fuengirola con su padrino Pepe Marchena’.
A lo largo de su trayectoria, ha ganado importantes premios, entre ellos la Lámpara Minera, en el Festival de Cante de las Minas de La Unión. ¿Cómo recuerda aquel momento?
Fue en el 75 y tengo muy buen recuerdo. Ser el mejor de España durante un tiempo, pues ya ves tú… Soy también el segundo cantaor con más primeros premios en el Festival de Cante de las Minas; el primero es de allí. Tengo premios por murcianas, tarantas, levanticas, cartageneras, mineras, que es la Lámpara Minera, porque el premio más grande allí es por la minera. Se me han dado muy bien los cantes de Levante.
¿Qué supuso para usted ganar aquel premio?
De momento, me metieron en Madrid. Salí en La Primera, en Madrid, en el 75. Me salió trabajo allí y querían que yo me quedara allí, pero yo me acordaba de mi Fuengirola y me venía para acá. También tenía en esa época a un hijo que le había dado una parálisis con dos años y medio y estaba yo que no quería estar por ahí cantando ni nada.
Pese a tener una brillante carrera, en lo que a premios se refiere, usted se ha dedicado, sin embargo, a la construcción.
Después de los premios que gané, también la Volaera Flamenca de Loja, premios ganados en Córdoba, en Málaga… A todos los sitios que iba, iba arrasando.
Pero, prefirió quedarse aquí. A lo mejor, si se hubiera quedado en Madrid, hubiera vivido del flamenco.
Mi hijo se llama Antonio, trabaja en el Ayuntamiento de Fuengirola y va en silla de ruedas. Una vez lo cogí y lo llevé a América, donde lo operaron en Tampa (Florida), porque yo tenía dinerillo en aquel tiempo y me lo gasté con mi hijo. También cuando iba a cantar le ponía más atención al cante y más coraje, porque se me venía de momento él a la memoria. Tengo seis hijos y a todos les tengo dedicado un cante. A mi Antonio le tengo sacada una letra por peteneras que dice: “Reyes que vienen de Oriente, por caminos que no acaban, ponedme bueno a ni niño, que está malito y no anda”. He sido muy padrero.
“Valderrama me decía: ‘¡Cómo te quiere el Maestro (Marchena)!’ Y yo le decía: ‘Soy así de bueno’. Él se reía”
A lo largo de su trayectoria, ha compartido escenario con grandes cantaores. ¿Quién le impresionó más?
Todos, porque todos eran compañeros. He cantado, entre otros, con El Cabrero, Menese, Naranjito de Triana, Juan Valderrama, que tengo fotos con él y me quería muchísimo. Me decía: “Barquerito, ¡cómo te quiere el Maestro (Pepe Marchena) a ti”. Y yo le decía: “Soy así de bueno, Juan”. Y él se echaba a reír.
De los guitarristas que lo han acompañado, ¿con cuál se ha compenetrado mejor?
Yo siempre he tenido muy buenos guitarristas. En Las Minas, hay un guitarrista de Cartagena que es muy bueno, con el que tengo una grabación, que es Antonio Piñana, que es quien me acompañó cuando yo gané la lámpara minera. He estado con todos los que había en esa época. Por ejemplo, grabé en Madrid con Antonio Arenas, que era de Ceuta; con Pepe de Badajoz, que iba con Porrina de Badajoz… He cantado con muchos guitarristas mayores, a los que tenía mucho respeto, sobre todo a la hora de empezar, ya que había que tener mucho cuidado.
Curiosamente, tanto Pepe Marchena, que fue su padrino, como Juanito Valderrama, que también lo apreciaba mucho, son dos cantaores que, pese a ser dos maestros del cante, también han generado polémica, pues les criticaban que no fueran tan ortodoxos.
Ellos se pegaron a otra clase de cante que les daba más dinero que cantar el flamenco, flamenco, que lo entienden cuatro. Luego, Juan Valderrama hizo películas, ‘El emigrante’… Pepe Marchena hizo también películas. Eran los dos punteros que había, porque dejaron el flamenco duro y se pegaron a lo otro, que era más comercial.
Usted es dominador de las malagueñas y los cantes de Levante, pero si tuviera que elegir un solo palo del flamenco, ¿con cuál se quedaría?
Es muy difícil, porque a mí me gustan todos. En los cantes de mi Málaga, tengo premios ganados por malagueñas y también por un cante muy difícil que es la jabera, que es un cante abandolao que hace muy poca gente, con el que yo tengo primeros premios ganados en la peña Juan Breva de Málaga.
“Nunca me he dado importancia por lo que tengo;
cantaba en Madrid, venía aquí y cogía el palustre”
Su legado artístico tiene continuidad en su hija, Isabel Guerrero, que también ha ganado importantes premios y ha grabado un disco. ¿Qué futuro le augura?
Yo la veo muy bien y estoy muy contento, porque lo que hace lo hace muy seguro todo. Tiene mucho talento para cantar. Es una artista. Lo que quisiera es que ella cogiera los premios que tengo yo, algo que ella misma dice.
En una entrevista que le hicieron a ella, aseguraba que, al principio, ni su abuela ni usted eran partidarios de que cantara.
No, porque mi madre sufría cuando la niña cantaba, pero luego cuando veía que salía bien, se alegraba muchísimo. Luego, lloraba y todo de alegría. Igual que yo, cuando cantaba de chico. Ella no sabía que yo cantaba y tenía que ir al tendedero y ponerme la ropa a escondidas para irme al circo. Y cuando yo cantaba y llegaba a mi casa con un durillo de aquel tiempo…
Si yo le digo Juan de La Loma…
Juan fue un gran cantaor, muy bueno. Lo he querido muchísimo, porque hemos trabajado juntos en espectáculos, como compañeros. Tuvo mala suerte porque la minera no se le pegaba. Y lo llevaba un gran hombre, un gran flamencólogo, que era Pepe Baena. Se tiró veinte años yendo a Las Minas y no se pudo traer la lámpara. Y Pepe Banea decía: “Hay que ver que el niño (Barquerito) nos ha echado la pata encima. Compadre, es que usted no sabe cantar la minera (se echaban a pelear entre ellos); en el centro, se va a la taranta”. Y yo me reía para que no me viera.
Ha tenido su trabajo y, aparte, sus actuaciones.
Yo nunca me he dado importancia por lo que tengo. Me iba a Madrid, cantaba y me venía aquí y cogía el palustre. Con seis niños, mi mujer y yo estábamos trabajando. Siempre he hecho con mi vida lo que he querido. No me ha faltado nunca el flamenco. He tenido actuaciones en Cádiz, en Córdoba, en todos los sitios. Yo tenía un tío que era constructor, que estuvo a medias con Ramón Morales, con el que trabajé ya con quince años. Tenía familia que tenían trabajo y me iba con ellos.
¿Cómo ve el panorama actual del flamenco?
Ahora, el flamenco está muy poquito más parado. Al no haber mucho trabajo, las peñas, que son las que mantienen el flamenco, están los pobrecitos de aquí te espero. Y si te llaman para cantar, te tienen que dar lo que pueden y ya está. Está un poco decaído, pero esto no cae. El flamenco nunca caerá. Están saliendo muy buenos aficionados y aficionadas.