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Actulizado 1:54 PM UTC, Oct 13, 2024

Virginia Abril cautiva con ‘Bolitas de Plata’ por su sencillez y belleza

‘Bolitas de plata’. Baile: Virginia Abril. Cante: Fita Heredia y Manuel Heredia. Guitarra: Marcos Palometas y Álvaro Pérez ‘Martinete’. Soprano: Ruissi. Piano: Manuel Biarnés. Percusión: Diego Garzón. Lugar: Teatro Isabel la Católica de Granada. Día: Miércoles, 31 de octubre de 2018. Aforo: 400 personas.

La noche del 31 de octubre, en el Teatro Isabel la Católica, la bailaora granadina Virginia Abril presentó su espectáculo ‘Bolitas de plata’.

Llama la atención que el primer baile (con coreografía de Oscar Quero) lleve por título ‘Final’ y el último ‘Origen’. Y es que para Abril, ‘Bolitas’ es el comienzo de una etapa profesional que pone fin a otra más orientada a su preparación, por lo que es final y origen al mismo tiempo. En este Final canta la soprano Ruissi con una Virginia Abril que muestra su faceta más contemporánea, para dar paso a la parte flamenca de la obra.

Con ‘Transición del tiempo’, la bailaora rememora su niñez, cuando imaginaba coreografías y hacía bolitas de papel de plata que colocaba ordenadamente a modo de bailaoras.

En ‘Forjando el silencio’, el pianista Manuel Biarnés deleita al público con una hermosa pieza con armonías que también sonaban flamencas.

El ‘Chapiz de la Cuesta’ es una siguiriya tributo al padre de la artista y al barrio que lo vio nacer.

‘A la niña del alcalde’ son unas alegrías dedicadas al abuelo y a su madre. Destaca en el escenario un enorme retrato del abuelo hecho de cuatro grandes fragmentos, que va componiendo Virginia al tiempo que baila.

Como ya se ha indicado, el final es el Origen, en un inteligente intercambio del orden habitual, ya que las cosas pueden empezar por el final sobre todo cuando final y principio son semejantes. Aquí Abril quiere homenajear a Granada y a sus gentes; y nada mejor que interpretar granaína, fandangos del Albaicín, tangos locales y la intervención nuevamente de la soprano Ruissi para acabar como se empezó.

La obra, que representa las vivencias que forjaron la manera de bailar de Abril, es muy original, y con pocos elementos escénicos, cautiva al espectador por su sencillez y belleza. Excepto la primera parte, la coreografía lleva el sello de la propia bailaora y sorprende la madurez con la que se desenvuelve en estos menesteres.

Virginia Abril tiene todo lo que tiene que tener una gran bailaora: arte, temple, expresión, elegancia, agilidad, oído, compás, humildad y, sobre todo, mucha personalidad. No se desmelena, no hace aspavientos innecesarios, no finge el gesto, no tuerce el cuello ni se joroba, no canta bailando ni hace pompas con la boca. No hace nada de las cosas tan horribles que se ven en esos escenarios y que lamentablemente son cada vez más habituales. Simplemente, baila como tiene que ser.

La voz cantante fue propiedad de la familia Heredia, padre e hija, Manuel y Fita, la música flamenca la pusieron dos extraordinarios guitarristas (Marcos Palometas y Álvaro Martinete), bien compenetrados y en ocasiones con tonalidades complementarias por la colocación de las cejillas en trastes distintos. Dieron un recital de acompañamiento al baile y de guitarra solista que hicieron vibrar al respetable.

A mi lado, Marichú aplaudía orgullosa por el triunfo sin paliativos que cosechó su antigua alumna, complacida de haber contribuido con  su magisterio a sacar a esta artistaza a la luz.

 

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