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Actulizado 12:53 AM UTC, Apr 23, 2024

‘Sombras’, la gran farruca de Sara Baras

‘Sombras’. Dirección y coreografía: Sara Baras.
Director musical: Keko Baldomero. Guitarra: Keko Baldomero y Andrés Martínez. Cante: Rubio de Pruna, Israel Fernández. Percusión: Antonio Suárez, Manuel Muñoz ‘Pájaro’. Artista invitado: José Serrano (coreógrafo de sus intervenciones). Cuerpo de baile: María Jesús García Oviedo, Charo Pedraja, Cristina Aldón, Sonia Franco, Daniel Saltares y David Martín. Lugar: Palacio de Congresos de Granada. Día: Viernes, 13 de abril de 2018.
Aforo: 1.500 aproximadamente.

‘Sombras’ es una gran farruca, la cual va cambiando para tornarse martinete y serrana, tangos, alegrías o bulerías, incluso en algún momento fusiona flamenco y jazz. Es como un palíndromo, que se lee igual de izquierda a derecha que de derecha a izquierda, como el propio nombre de SaraBaraS, podría empezar con el final y acabar con el principio, que estaríamos ante una sombra que acompaña a Sara en toda su carrera: La Farruca.

Sara lleva en los pies a John Bonham y Keith Moon juntos (los mejores baterías de la historia). Sus taconeos son como los solos de batería de la década de los 70, largos, potentes, rápidos y precisos. Hasta podría decir que abusa de las facultades que la hacen ser una bailaora única, virtuosa, la más rápida, capaz de recorrer el escenario de punta a punta con una cadencia de mil pasos por minuto.

‘Sombras’ resultó ser un espectáculo extraordinario, en el que destacaría, además de los vertiginosos taconeos ya comentados, las extraordinarias guitarras de Keko Baldomero y Andrés Martínez, las composiciones musicales del primero, el cante profundo de Rubio de Pruna e Israel Fernández, el vestuario, un magnifico sonido y una iluminación extraordinaria e impactante.

Seis focos proyectan seis sombras de Sara que se agrandan o encogen según se aproxima o aleja de ellos, en un efecto visual deslumbrante, que te hacía dudar si mirar a la Sara original o a sus seis sombras proyectadas. A ello sigue un martinete y una serrana de una bella coreografía, rematado por un texto de Santana de Yepes recitado por la propia Sara. Justo es señalar que la escenografía es autoría de Andrés Mérida, artista algecireño, afincado en Málaga, al que felicito por haber enriquecido el espectáculo de manera más que notable con su aportación artística.

Tras un zapateado ejecutado por el cuerpo de baile, Sara y José Serrano bailan una versión del Pequeño Vals Vienés, poema de García Lorca al que puso música Leonard Cohen, con adaptación de Keko Baldomero, que evoca más bien la versión magistral de Enrique Morente. Hermoso vals, ejecutado por la pareja con la complicidad de un matrimonio bien avenido. El poema en sí ya es un fiel reflejo de la musicalidad que llevaba García Lorca dentro. Por eso Leonard Cohen, que era un apasionado de Federico, parece recitar más que cantar, consiguiendo un tema genial que Sara Baras acierta a coreografiar con elegancia, fusionándo flamenco, Cohen, Lorca y Morente incluso.

¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals con la boca cerrada.
Este vals, este vals, este vals,
de sí, de muerte y de coñac
que moja su cola en el mar.

He de destacar que me resultó muy grata la mariana interpretada, a pelo, por Rubio de Pruna al cante y las féminas del cuerpo de baile, porque es un palo que me apasiona y que está muy en desuso. Mariana era la cabra que acompañaba al gitano que ofrecía en plena calle los equilibrios del animal al son de su pandero a cambio de unas monedas, que los que tenemos unos años recordaremos de nuestra niñez. Alguien (El Niño de las Marianas quizás) le dio el toque flamenco a semejanza de los tientos. La letra es un canto de amor a una simple cabra que me encoge el corazón.

Yo vengo de Hungría,
con mi Mariana
me busco la vía.
Sube, Mariana, sube
por aquellas montañitas
arriba sube Mariana
Mariana macarone,
mi arma te quiero.
No pegarle, por Dios, más palitos
a la Mariana
porque la pobrecita era
manquita y coja
coja, lelé, lelé
Salga la luna
la luna y el sol

José Serrano baila unos tangos, con coreografía propia, contagiado por la agilidad al taconeo de Sara, por aquello de que los que duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma condición, atesorando también mucha fuerza y velocidad a buen ritmo y compás. Logró arrancar un gran aplauso a un público totalmente entregado a estas alturas del evento.

Sonaron dos colaboraciones grabadas, una antes y otra después de los tangos. El saxo de Tim Ries y el violín de Ara Malikian, cuya presencia real hubiera elevado a la categoría de sublime lo que allí vimos y oímos. El saxo de Tim, habitual colaborador de los Rollings Stones y el violinista libanes espectacular en sí mismo, son sin duda dos colaboradores de lujo a los que Sara incorpora en su repertorio, porque ella lo mismo baila a un cantaor de Triana que a un saxofonista de New York o a un violinista libanes.

Nuevo poema de Santana de Yepes recitado por Sara y vuelta a las sombras y a la farruca, para acabar tal y como se empezó, haciendo un palíndromo de un espectáculo que tiene muchas más luces que sombras.

El público, que acabó en pie y con las manos rojas de tanto aplaudir, fue obsequiado con un fin de fiesta en el que bailaron todos por bulerías. Podemos concluir que ‘Sombras’ triunfó también en Granada, como lo ha hecho ya en Pamplona, Zaragoza y Málaga.

Dos aspectos negativos que ensombrecen ‘Sombras’ (válgame la redundancia), que en modo alguno son achacables a los artistas, serían, a mi juicio: Primero, el que no hubiera programas de mano para el espectador, lo que viene siendo habitual en espectáculos flamencos; y segundo, el precio excesivo de las entradas. Me da pena ver cómo mucha gente se queda con las ganas de presenciar un evento cultural de este calibre por no poder pagar el precio de las entradas, mientras que filas enteras de butacas reservadas, a no sé quién, permanecen desocupadas por no acudir los agraciados, además de que varios cientos de localidades quedaron sin vender. Si fuésemos capaces de reducir los precios y el número de gorrones, a lo mejor habría cultura para todos.

 

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