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Actulizado 2:54 PM UTC, Apr 19, 2024

Naike Ponce: «Me siento igual de bailaora que cantaora»

Naike Ponce (Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, 1984) es cantaora y bailaora. Con sólo nueve años cautivó a La Sallago, que fue su maestra,, y con once, se relacionaba con los Zambo y los Moneo de Jerez. A lo largo de su trayectoria artística, ha ganado destacados premios en concursos y colaborado con figuras de este arte como Arcángel, Estrella Morente, El Cigala, Manolo Sanlúcar, Diego Carrasco, Diego del Morao, Manuel Liñán o Belén Maya, entre otros. ‘Con nombre de mujer’, su disco de debut, fue el más escuchado en iTunes durante la semana de su lanzamiento. Acaba de ver la luz ‘Vivir, su segundo álbum, grabado junto al guitarrista jerezano Javier Patino.

Al escuchar ‘Vivir’, tu nuevo disco, en Spotify, los algoritmos de esta plataforma digital te relacionan con nombres como Rocío Márquez, La Tremendita, María Toledo o Sandra Carrasco. ¿Qué te parece?

Es un honor para mí estar entre tan grandes artistas del flamenco a las que admiro. ¿Qué puedo decir? Gracias, gracias y gracias.

En tu caso, ¿qué fue antes el cante o el baile? ¿Por qué te decantaste finalmente por el cante?

En mi caso, fue antes el baile. Nunca me decanté por una cosa u otra, de hecho si en mis representaciones no bailo, me falta algo. (Risas) La vida eligió, pero lo que nace de dentro siempre sale, y aunque no he podido dedicarle a mi baile todo el tiempo que conlleva ser una bailaora profesional, me siento igual de bailaora que cantaora. Me emociona lo mismo una cosa que otra, y no están separadas en mi forma de expresarme. Si dijera que me gusta más una cosa que otra mentiría; cada una de ellas me ofrece libertad y expresión, y por eso me agarro a las dos, porque para mí las dos son mi manera de expresar y transmitir, que al final es lo que cuenta, como dice el maestro Paco de Lucía.

Naike Ponce

“LA SALLAGO MARCÓ MI VIDA EN TODOS LOS SENTIDOS, NO HAY UN DÍA QUE NO LA RECUERDE; FUE MI GRAN MAESTRA ”

Con sólo nueve años, cautivaste a La Sallago. ¿Qué aprendiste de ella?

En realidad, me cautivó ella a mí. (Risas) Encarna marcó mi vida en todos los sentidos, no hay un día que no la recuerde o la vida me la recuerde. Ella fue mi gran maestra del arte, porque ella era arte vivo, puro y lleno de gracia. Ella decía que el cante nacía de las jentrañas, y así lo siento yo. Jamás olvidaré esas tardes de castañuelas, batas de cola y meriendas de chocolate negro con almendras Valor, que era el que me gustaba a mí y ella me lo compraba, claro. Y esa imagen de ella cantándome y bailándome sentá en el sillón. Nunca la olvidaré. Era más que una maestra, era mi familia; nos reíamos y nos queríamos mucho. Le hacían mucha gracia mis despistes y mis cosas de niña, claro, y era una mujer muy sabia, sabia de la vida.

Tampoco olvidaré jamás cuando llegué a verla con las rastas; se tiraba de risa. Me decía: «A ver». Yo me lo recogía a medias, como a ella siempre le gustaba y me decía: «Está bien, diferente, como tú eres». (Risas) Lo que más le gustaba era el arte, la gracia y compartir. Me cuesta mucho aún pensar que no está, porque la siento siempre a mi vera. En definitiva, me enseñó cómo sacar de mí mi arte, mi esencia, mi personalidad. Y me enseñó a vivir dentro y fuera de este arte… Entonces no entendía lo que me contaba de sus vivencias, pero ahora, no hay paso que dé que no recuerde sus consejos y sus palabras. Cantaora, bailaora y artista por excelencia, señora y dueña de su arte, su cante y su vida; mujer independiente con la cabeza bien puesta, como decía ella, y arte en sus andares y hasta en su suspirar.

Y con once, te relacionabas con los Zambo y los Moneo de Jerez. ¿Cómo viviste esa experiencia?

Cuando tenía once o doce años, Encarna me animó a irme a estudiar a Jerez. Estudié con la Chiqui de Jerez y el Ferni, Fernando Martinez Galàn, baile flamenco y danza española. Y ahí, gracias a Mari Nieves Nieto, gran cantaora unos años mayor que yo, conocí a Domingo Rosado, gran maestro, quien nos enseñaba cada estilo con entusiasmo y mucho cariño en su garaje de carpintería con las paredes repletas de cintas de flamenco. Él nos enseñaba a todos los que andábamos por ahí muy chiquitillos: Juanillorro, Fernando Soto, Manuel Salado…. y muchos más. Y nos llevaba a concursos de cante jondo en las peñas flamencas, festivales y todo tipo de eventos flamencos.

Viví Jerez muy pequeña y sin darme cuenta, ni saber tan siquiera quiénes eran, tenía al lado a Juan Moneo El Torta, Luis El Zambo, Malena o Paco Cepero en cualquier plaza o verbena de verano en cualquier rincón de Jerez. Me llevo los cimientos del flamenco, el aire, el compartir, la buena gente, grandes amigos y compañeros y su esencia. Siempre fuimos unos más; digo unos porque mis padres estaban ahí llevàndome para arriba y para abajo. Fueron unos años de mucho alimento del alma y musical y jamás olvidaré esos ratos. Amo profundamente a Jere.

“TENÍA AL LADO A EL TORTA, LUIS EL ZAMBO O CEPERO EN CUALQUIER RINCÓN; AMO PROFUNDAMENTE A JERE ”

¿Qué te aportó la Fundación Cristina Heeren de Sevilla, con maestros como Naranjito de Triana, José de la Tomasa, Milagros Menjíbar o Matilde Coral, entre otros?

Gané la beca en Cai, en el primer concurso de cante joven por cantiñas. Tenía quince años y tan solo irme a vivir a Sevilla era algo muy grande. Me enseñó a amar aún más el flamenco; su convivencia, la constancia, la disciplina, la cercanía, la complicidad, además de poder nutrirme de tan grandes figuras y pasar tan buenos ratos. Estaba viviendo un sueño. Jamás olvidaré esas clases y esos pasillos abarrotaos de cante, baile y guitarra, hambrientos de flamenco.

Recuerdo con gran cariño las clases de compás del maestro Manuel Soler, era magia rítmica; la generosidad de Paco Taranto, la sabiduría del maestro Naranjito, la pureza de José de la Tomasa y la disciplina de Milagros. Fui muy afortunada.

Presentas tu segundo álbum como “un autorretrato sincero y empático que actúa a modo de espejo y remueve sin juicios la conciencia del espectador”. ¿Flamenco y espiritualidad?

No, flamenco y consciencia. Soy una persona espiritual, por supuesto, pero mi mensaje es más terrenal; lo que me pasa a mí, mis sentimientos, mis emociones, le pasa a to el mundo, ¿no? O eso creo yo. Todos somos iguales y todos sentimos las mismas emociones. Yo me entrego a esas emociones para que el espectador las sienta también y el mensaje «Yo soy igual que tú» llegue desde los sentimientos y la vivencia, de la empatía entre artista y espectador que sólo consigue el arte.

Mi intención nunca fue mostrarme como artista, sino ser consciente de que los artistas tenemos un voz muy importante en la sociedad, en la humanidad y me enfoqué en el mensaje que quería compartir y que pienso que es importante: Todos somos iguales.

“HACER ESTE DISCO CON PATINO ME SORPRENDIÓ HASTA A MÍ; LE CONTÉ QUE TENÍA UNA IDEA Y DIJO: «VAMOS”»

¿Cómo ha sido la experiencia de grabar con el guitarrista jerezano Javier Patino? Juan Vergillos lo define como “un virtuoso de la emoción”.

Así es, te transporta, te hace viajar a sitios muy profundos e incluso desconocidos de una manera ligera, sutil; y más flamenco ya no lo hay. Es un hombre muy humano, adorable, humilde; siempre digo que es como un niño grande. Parece serìo, pero es alegría y tranquilidad pura. Patino y yo llevamos más de quince años trabajando juntos con diferentes compañeros. Me lo presentó mi gran amiga y bailaora Anabel Veloso. Hacer este trabajo con él me sorprendió hasta a mí. Le conté que tenía una idea y dijo: «¡Vamos!». Y hasta hoy. Es mi mano derecha, quien puso música a mis sentimientos; ha sido tan fácil trabajar con él… Siempre.cauteloso, respetuoso, con tanto cariño hacia la música. Siempre al servicio de la música, como dice él. Patino es un guitarrista muy muy especial y personal, porque así es su persona y así lo expresa con su arte. No hay quien lo aguante bailando por bulerías, también quiero decirlo. (Risas) Ha sido un regalo de la vida. Sin él este disco jamás hubiese sido lo mismo. No importan mis ideas; él supo hilar cada nota y llevarme en brazos, como decimos nosotros.

Naike Ponce

Has rescatado para la ocasión las galeras, un intento de El Lebrijano por crear un palo nuevo. ¿Por qué?

Porque descubrí este cante en mitad de mi inmersión en la búsqueda de este trabajo, y me inspiró. Tiene una melodía tan bella, es tan bonito su cante, maestro creador, y hablando de la libertad del gitano, un valiente. Es uno de mis homenajes en este disco; hay muchos. En cada letra y estilo, hay detrás toda una saga flamenca. Escogí muy delicada y cuidadosamente cada letra, cada estilo, al servicio de la música y de los sentimientos y emociones que quería transmitir.

Y ligas dos palos aparentemente alejados entre sí, como la taranta y la alboreá. ¿Cómo surgió la idea?

En directo, surge del directo de mis solos musicales. (Risas) Salió un día así improvisao, no recuerdo dónde ni con quién y me gustó.
Me gusta sentirme libre a la hora de cantar. Yo sé perfectamente que nadie mezcló estos palos, pero a mí me gustó y me copié. (Risas) Como dice el gran Yelsy Heredia, «Niña, ¡cópiate!».

“INTENTO ESCUCHAR A TODOS; ME DA MUCHA CURIOSIDAD SENTIR CÓMO LO SIENTE CADA UNO, SU VERDAD”

¿Quiénes son tus referentes de antes y de ahora?

Todos, todo influye, no es lo mismo que yo viva en el siglo XXI, que si hubiese vivío en la época dorada; pero también esa época marca mi cante, porque soy aficionada y me gusta escuchar a todo el mundo. Luego tengo mis preferencias, claro, pero de todo el mundo se aprende algo, de todo el mundo, y por eso intento escuchar a todos. Me da mucha curiosidad escuchar y sentir cómo cada uno lo siente; me divierte notar las diferencias y disfruto de ellas. Los artistas hacemos lo que podemos con lo que tenemos en ese momento, y eso es mucha verdad; y la verdad de cada uno me interesa.

¿Cuál es tu palo?

Suena típico, pero la bulería.

Naike Ponce

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