Cante: Miguel de Tena. Guitarra: Antonio Cáceres. Lugar: Peña El Melón de Benamejí. Día: Viernes, 27 de mayo de 2022. Aforo: Lleno.
Miguel de Tena dio un recital de cante que se recordará para siempre en la Peña El Melón de Benamejí. Y es que el de Ruecas estuvo sublime junto al maestro de la sonanta Antonio Cáceres, que hizo grande el acompañamiento al cante flamenco, en una peña llena a rebosar, colgó el cartel de ‘No hay billetes’.
Miguel empezó a templarse por soleá (Una escalera de vidrio). Con la garganta ya caliente, petenera chica (A solas me veo yo) y petenera grande (Niño que en cueros y descalzo).Tientos (Las tapaderas del sentido) para después hacer un recorrido de tangos, primero del Piyayo (Carteles por esquinas) y luego Granada (Las campanas de la Vela).
Hay momentos en el flamenco que son pura magia, cuando la guitarra encaja a la perfección con el cante, los artistas se rebuscan y se encuentran, y el aficionado lo capta, aparece el duende, algo que es casi imposible de explicar pero fácil de sentir. Uno de esos momentos fue en la granaína (Y no me la dejan ver) con remate en media granaína (Solito con mis penas); aquí Miguel se adentró en el alma del público, con una voz limpia y clara, nos transportó a los tiempos de Vallejo.
Cerró la primera parte con fandangos de cacería, cantándole a los lances de los galgos con el respetable ya en pie.
Comenzó la segunda parte con una farruca
(El cariño que te tengo desde niño), seguidamente bulerías (Era trianera y se llama Carmen). Desde el público se le pidió con insistencia que cantara La noche de Reyes y, como estaba tan a gusto, se recreó haciendo esa famosa letra de El Pinto para ya poner la peña boca abajo. Pero ahí no quedó la noche, también se acordó de Pepe Marchena con Romance a Córdoba, ese entramado dificilísimo de letras cantadas y recitadas, para demostrar la sabiduría que atesora.
Con fandangos de Huelva quería cerrar la noche, pero como el respetable estaba de pie, se volvió de nuevo a las tablas para regalarnos catorce fandangos con el sello de Porrina grabado en el corazón.
Muchas son las veces que he ido a ver a Miguel de Tena, pero como la de ayer yo nunca lo había visto hacer un recital de tanta grandeza, recordando a los grandes. Encumbró un recital a la altura de pocos. Cáceres, con una afinadísima guitarra, tiró de la maestría que le caracteriza para poner el aroma que le faltaba a la noche.
Miguel de Tena y Antonio Cáceres aparte de ser unos grandísimos artistas son grandes como personas y con una humildad fuera de lo común, que hacen a este arte todavía más grande. Una actuación más tallada en las grandes noches del flamenco.