La polisemia es la pluralidad de significados de una palabra, y en el flamenco la encontramos con cierta frecuencia. Términos o nombres de
géneros y estilos que, dependiendo de la época, corresponden a músicas diferentes. De ahí la confusión muchas veces al hablar de música histórica.
Encontrar a Casanova, por ejemplo, escuchando un fandango en el siglo XVIII, no quiere decir que escuchase cantar al estilo de los fandangos naturales, sino a un baile. Veamos algunos casos concretos:
Fandango: Muchos creen que es lo mismo un fandango del siglo XVIII que aquel que se practica en el XIX y XX. Y no es así. En el XVIII, el fandango era un baile en modo menor y a partir del XIX, es un cante en modo mayor coni interludios en modo flamenco (el antiguo fandango). Debemos diferenciar pues entre el estilo bailable en modo menor y el estilo cantable en modo mayor. Las variaciones que realiza la guitarra entre letra y letra sí corresponderían al fandango antiguo, el del siglo XVIII, pero confundir ambas músicas no es correcto.
Seguidilla: Una cosa es la seguidilla, en referencia a la letra o estrofa de seguidilla, con cuatro versos de 7-5-7-5 sílabas, con su bordón de 5-7-5 sílabas, y la música que la acompaña, muy popular en España, sobre todo durante la segunda mitad del siglo XVIII, y que en el flamenco se utilizan con mucha frecuencia en cantiñas, bulerias, y por supuesto en las livianas y las serranas, y otra muy distinta es el estilo flamenco de la seguiriya. Tienen el mismo nombre, sin embargo hubo que andaluzar el palabro para marcar la diferencia y llamar al estilo seguiriya, siguiriya y, los más radicales, siguiriya. Sin embargo, si consultamos las galletas de los discos de pizarra, vemos cómo Chacón, Torres o Pastora aún etiquetaban esos cantes como
seguidillas, o en algunos casos seguidillas gitanas. Debemos pues diferenciar, como hemos visto antes con respecto a los fandangos, la seguidilla del XVIII del cante flamenco del mismo nombre, andaluzada o no su fonética y forma de escribirla.
Rondeña: El caso de la rondeña es, en este sentido, también una polisemia. Una cosa es el cante en sus diferentes variantes que conocemos, como rondeña (Navegando me perdí o Yo vi un bichito correr) y otra distinta el
toque encumbrado por el genio de Ramón Montoya, la rondeña como pieza de concierto y escordando la sexta y la tercera cuerdas de la guitarra.
Minera: Al igual que ocurre con la rondeña, una cosa es el cante de la minera, acompañada en tono de taranta, y otra el toque de la minera, con variaciones en sol sostenido flamenco, como pieza de concierto.
Romances: Una cosa son las antiguas tonás que se cantan a palo seco, que conocemos como romances, rescatados muchos de ellos gracias a la labor de Luis Suárez Ávila, y otra el romance que, con aire de bulería por soleá
(antiguo jaleo) sirve para acompañar alguna de esas tonadas.
Nanas: De forma similar ocurre con las nanas. Las hay a palo seco y otras acompañadas a modo de romance en el aire de las bulerías por soleá.
Jaleo: La polisemia en los jaleos se da por partida cuádruple: 1. La acción de jalear, con palmas y exclamaciones de ánimo, al intérprete; 2. Un género antiguo que es el promotor de soleares y cantiñas, disuelto a mediados del siglo XIX en estos estilos; 3. El estilo extremeño así llamado; 4. Un aire rítmico muy en boga hoy en día con el que se acompañan romances y, por supuesto, los propios jaleos extremeños. Aire que ha venido a sustituir al abandolao en muchas ocasiones, ritmo ternario machacón y muy flamenco.
Zambra: Un aire que se usa para acompañar algunos cantes granadinos, similar a los tientos, y un tipo de canción de aroma moruno popularizada, entre otros, por el gran Manolo Caracol, que se realiza sobre el citado aire.
Tanguillo: Para diferenciar el tango de, por ejemplo, Granada, con el de Cádiz, al primogénito se le empezó en los años cincuenta a llamar tanguillo, cuando en realidad es un tango, popá tango mejor dicho.