Cante: Encarna Anillo. Guitarra: Andrés Hernández Pituquete. Cajón: David Galiano. Lugar: La Temporal (Málaga). Día: Viernes, 2 de agosto de 2019. Aforo: Lleno.
Encarna Anillo es una estupenda cantaora gaditana, hermana del también cantaor José Anillo, curtida durante veintitrés años en el cante para atrás, faceta en la que le ha cantado al baile de figuras como Farruquito, Antonio Canales o Cristina Hoyos. «Amo el flamenco, pero no sólo soy cantaora, soy artista. Necesito crecer», toda una declaración de intenciones de esta flamenca de corazón y mucho más, como demostró en La Temporal de Málaga.
Se trataba de un recital íntimo, sin amplificación, en una sala coqueta, algo parecido a pasar un rato entre amigos, pero con una gran artista, espléndidamente acompañada por su pareja artística y vital, Andrés Hernández Pituquete, a la guitarra; y David Galiano, al cajón.
Abrió por alegrías (‘Las puertas de Gades’), el cante por excelencia de su tierra como bandera. Y de Cádiz a Málaga, tierra a la que le tiene mucho cariño, según propia confesión, y donde tiene buenos amigos, como Virginia Gámez, en cuya presentación de su disco emocionó al que suscribe. Canta la malagueña del Canario, que remata con abandolaos (fandango de Lucena y cantes de Juan Breva), pellizcando con su voz dulce y profunda.
Acto seguido, enhiesta, evoca a Adela La Chaqueta en los cuplés por bulerías. Una preciosidad en su bella voz. Pura ambrosía. Y comienza la parte no flamenca con un tema muy emotivo, Nací canción. «Cantando te voy a dar, poquito a poco, mi corazón…»
Aun así interpretó otro palo típicamente gaditano, unos tanguillos, «tangos del carnaval de Cádiz, ciudad de mi alma», en los que vuelve a pellizcar. Momento álgido. Prosigue con su deriva como cantante interpretando Palabra de estrellas y explica el sentido profundo de su metamorfosis. Pituquete, su pareja, es chileno, se vino a vivir a España y en los últimos diez años han viajado mucho a Suramérica. De manera que esta mezcla de flamenco y canción se dio de forma natural, al reunirse con amigos de un lado y otro del Atlántico, y la han ido madurando con los años. El proceso compositivo es el siguiente: Encarna Anillo siente y necesita expresar algo y Pituquete lo traduce a palabras y música.
En esta línea, realizan un recorrido por la canción popular latinoamericana, centrándose fundamentalmente en Argentina, Chile y Perú. Suenan así una milonga de Atahualpa Yupanqui, con letra profunda; y Alfonsina y el mar, de Mercedes Sosa, clásico que revisa aportando su sello personalísimo en la interpretación. Emoción a raudales. Los vellos como escarpias.
Interpreta, además, un vals peruano dedicado a su Cádiz natal y Mi secreto, una delicia. «Es como si estuviera en el Teatro Cervantes. El sitio lo hace la persona», asegura antes de decir adiós con Gracias a la vida, himno inmarcesible de Violeta Parra. El respetable la obsequia con un largo y caluroso aplauso correspondido con un fin de fiesta por bulerías, pataíta de arte incluida a dúo con Víctoria Artillo.