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Actulizado 4:25 PM UTC, Dec 3, 2024

Antonia Contreras, elegancia, sensibilidad y maestría

VI Bienal de Flamenco de Málaga. ‘Singular femenino’. Idea original y cante: Antonia Contreras. Adaptación y guitarra: Juan Ramón Caro. Guitarra: Andrés Cansino. Baile: Carmen Camacho. Coros y palmas: Rosa Linero y Vanessa Fernández. Lugar: Centro Cultural Provincial María Victoria Atencia de Málaga. Día: Viernes, 6 de septiembre de 2019. Aforo: Casi lleno.

Antonia Contreras presentaba, en el marco de la Bienal de Málaga, su espectáculo ‘Singular femenino’, en el que adapta con la inestimable ayuda de su pareja artística y vital, Juan Ramón Caro, poemas escritos por mujeres a diversos palos del flamenco, «no con un afán reivindicativo de género -como aclaró Lourdes Gálvez del Postigo en la presentación- sino de darle visibilidad a estas poetas». Y lo hizo con elegancia, sensibilidad y maestría.

Un audio de Adolescencia, de Carmen Conde, precedió a la nana, sobre un poema de Gabriela Mistral, que interpretó sutilmente la cantaora malagueña, primero entre bambalinas y, poco a poco, haciendo su aparición en escena, sin amplificación y con un mantón entre sus manos que simulaba a un bebé.

Turno para Caro, que toca Mantilla de feria, de Esteban de Sanlúcar, como bello preludio al cante por soleá (Tiempo, de Dulce María Loynaz: «Mi hora no está en el reloj, me quedé fuera del tiempo»). Canta Contreras a capela hasta llegar a su silla. Pellizca desde el inicio, con la guitarra excelsa de este catalán de ascendencia andaluza.

Adapta acertadamente un poema del siglo XVIII, A la luz del sol, de María Rosa Gálvez, de la localidad malagueña de Macharaviaya, a una rondeña, con Rosa Linero y Vanessa Fernández, primorosas a los coros y palmas.

Quizá una de las adaptaciones más logradas del repertorio sea Hombres necios (siglo XVII), de Sor Juana Inés de la Cruz, por peteneras, en las que pellizca, con Andrés Cansino  sobresaliente al toque. Prosigue, y se luce, éste por malagueñas, que remata con abandolaos, ante el fervor de los aficionados.

Un audio de Pienso mesa, digo silla, de la entrañable y añorada Gloria Fuertes, precede a La voz del viento, de Ernestina de Champourcín, soneto convertido en canción por rumbas a dos guitarras, pese a la dificultad intrínseca que esto entraña. Momento luminoso.

Acto seguido, Antonia Contreras, con su cuadro al completo y el baile sensual y elegante de Carmen Camacho, traslada al respetable a una cueva del Sacromonte granadino para arrostrar por zambra Recuerda el trinar del ave y Negra sombra, poemas de la gran poeta gallega Rosalía de Castro. Una maravilla.

«Ole las maestras», le espetan desde el público, al que se dirige a continuación: «Esto era un reto difícil, complicado, pero gratificante cuando consigues llevarlo a donde me había propuesto. Meter en tiempo flamenco versos que no lo son, no es fácil, pero traer dos guitarras es como tener a una orquesta sinfónica». Agradeció la confianza de la Bienal y de su director, Antonio Roche, y la presencia, entre otros, de Virginia Gámez y de Pedro López, alcalde de La Unión, donde obtuvo la preciada Lámpara Minera en 2016.

Dijo adiós por bulerías, enhiesta, sobre el tremendo poema Como la cigarra, de María Elena Wals («A mi propio entierro fui sola y llorando…») que transmuta en pura luz, con Camacho dejando otra pincelada de su arte.

El respetable, puesto en pie, la despidió con una  larga y calurosa ovación, correspondida con un fin de fiesta. Una delicia.

Fotos: Antonio Pastor (Bienal de Málaga)

 

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