XLV Festival Flamenco Torre del Cante. Cante: Paco de Almadén, Samuel Serrano, El Pele, Marina Heredia y Pedro El Granaíno. Guitarra: Paco Cepero, Niño Seve, José Quevedo ‘Bolita’, Patrocinio Hijo y Antonio Soto. Palmas: Diego Montoya y Víctor Carrasco. Baile: Sergio Aranda. Lugar: Finca El Portón en Alhaurín de la Torre (Málaga). Día: Sábado, 16 de junio de 2018. Aforo: Lleno.
El pasado 16 de junio, y como viene siendo habitual en pasadas ediciones, recibimos en la Finca el Portón de Alhaurín de la Torre, un trasnoche plagado de constelaciones, algunos planetas y estrellas necesarios para comprender en una muestra el panorama actual flamenco. Sin duda, este festival es uno de los mas importantes, por su proyección y solera. En esta ocasión, y aproximándose a una veteranía de peso pesado en el panorama nacional, el cartel contaba con la geografía antigua de la historia y la juventud en ciernes.
Arrancó la noche con el croar de las ranas, ajenas en el pequeño estanque. Tras la presentación a cargo de Gonzalo Rojo, se dio paso a la actuación del ganador del concurso de cante Mirando a la Torre, Francisco García Escribano, conocido artísticamente por Paco de Almadén.
Paco está jubilado, es un ejemplo de que la edad es una relación con la vida llena de registros, de hecho es reciente su historia en los alambiques profesionales. Sus cantes beben de las aguas antiguas y son ortodoxos; abrió por malagueñas y serranas. La mano reposada y abierta en el pecho, en su repertorio rondando a Naranjo en una soleá de Triana. Subiendo al cielo con maestría y trabajo a la voz. Un ejemplo de juventud a pesar de los años, que como cantaba la letra: «No hay río más grande, ni que tenga mejor orilla».
Tras una granaína y media bien labrada, cerró por milongas de cosecha propia. Inevitable evocar a Antonio de Canillas, un palo que por pequeño y airoso nos despierta una sonrisa en la letra al amor y a la rosa en el pelo; como en un paseo antiguo de novios. Antonio Soto, a la sonanta, como siempre nos deleitó con sus falsetas llenas de color y de brío.
Este año, Mari Carmen Cebrián nos invitaba en su cartel a abrir la mirada a través de la boca de una guitarra, la anatomía del corazón preñado de luz. Paco Cepero, un exponente elevado a los altares de la quintaesencia, es el que embriaga a los asistentes en los rasgueos y corta la nota en un suspiro hasta querer más, suspende el aire. El éxtasis de un matorral abierto por sus ramajes, esta vez acompañando al cantaor Samuel Serrano, y además productor de su nuevo disco.
Serrano tiene el sonido negro de los Agujetas, coloca la cara y la estruja con dolor. En su cuerpo adolescente brama una voz con historia de belleza y de posesión. Es la arena volcánica, impaciente por ser expelida a la playa del respetable, la misma que azota en las manos llenas de gitanería. Un pulso a las olas de tempestad al lado del maestro, que hasta en Cádiz por alegrías era un nacimiento de espuma rota. Desgranó un repertorio jondo por martinetes y seguriyas, Dedicó letra a Juan Moneo el Torta cerrando por tangos y bulerías. Un valor a seguir lleno de pureza y de casta.
La primera parte se cerró con la actuación de Manuel Moreno Maya, El Pele, acompañado por la guitarra de Niño Seve. Reunir a tres primeros premios del Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba ya nos da una idea de lo que nos depara la madrugada, en Santísima Trinidad. Un repertorio de tablas y grandeza, revoloteando en el aire unos fandangos por Juan Breva. El Pele se mostró dispuesto en todo momento a las sugerencias del público; es la magia blanca de su atuendo y de su manera de tensar y destensar que bien comprende Niño Seve, acostumbrado a cada actuación por distinta. Destacó por la Serneta y en soleá, es un creador de modos expresivos y gira las letras a sus formas maestras, reconvierte un estilo propio y cabal. Nos llevó en sus vaivenes de manos blancas que nos supo a poco por querer disfrutarle mas. Cantó Suelta la luna un suspiro y cerró con sus míticos tangos Vengo del moro y sus sevillanas Pañolillo que te di, que no dudó en dedicar especialmente al público rociero.
Desanudarse es un momento lleno de flamencura, es un momento de pasión y de desahogo necesario para respirar, lo mismo que nos brindó el baile de Sergio Aranda y su cuadro flamenco. Recogido en marcajes llenos de hechura, y palpando el pie adelantando en cada línea armónica, dio prueba de la madurez de un bailaor repleto de compás. El Perla supo darle lo que necesitaba y se lució por bulerías. Unas patás completas por técnica y maestría sin apariencia de trabajo ni dificultad. El aire Carreteño, quizás insuflado tras su reciente colaboración en su homenaje, sobrevoló en sus guiños de sabrosura y hasta saltó a la comba en un alarde de invenciones para el gusto de los presentes. Uno de los grandes artistas malagueños.
Marina Heredia fue la embajadora de la noche, no en vano, en su trayectoria profesional, ha paseado su arte por diferentes latitudes. Como anécdota, hay que recordar que ha cantado en inglés o alemán. Acompañada por la guitarra de Bolita y un dúo de palmeros, deleitó al respetable por alegrías y malagueñas; destacando por tangos y fandangos del Albaicín. Su voz está llena de quiebro melodioso, una esmeralda que crece por presión y que puso broche por bulerías a una actuación completa de armonías.
La noche ya oscura alumbró el tronío de Pedro El Granaíno, su respeto por los clásicos y su garganta de metal encendió la madrugada por tientos y soleá. La guitarra de Patrocinio Hijo se justificaba con la sonrisa del que acompaña con gusto y sabiduría. El recuerdo a Camarón estuvo ondeando por bandera, que como decía la letra es de sangre y de sol. Dedicó una letra a su voz de menta y de caramelo. Rompió por fandangos llenos de emoción y cautivó al público, que no dudó en ovacionar hasta volver a escena eternamente agradecido.