Cante: Rosario ‘La Tremendita’. Guitarra: Salvador Gutiérrez. Ciclo: ‘Flamenco Viene del Sur’. Lugar: Teatro Cánovas de Málaga. Fecha: Miércoles, 11 de abril. Aforo: Media entrada.
Hay cantaores actuales, como subrayaba recientemente Miguel Poveda, que pretenden ser tan rancios como los de antaño. No es el caso de Rosario ‘La Tremendita’, pues en ella los ecos añejos no son impostados, sino algo que brota de forma natural, como pudimos comprobar en su recital en el Teatro Cánovas de Málaga.
Abrió por malagueñas (cuando tenía previsto hacerlo por granaínas), en un claro guiño a la afición local, pues, según aseguró, le gusta mucho Málaga, «donde tengo muchos amigos y familia». Curiosamente, no las remató con el clásico abandolao. Salvador Gutiérrez, que le acompañaba a la guitarra, ofreció una brillante falseta.
Prosiguió con ‘Aires de Triana’, polo incluido en su primer disco (‘A tiempo’) -está a punto de ver la luz su segundo álbum- con mucho sabor y ecos añejos. En la milonga, homenajeó a Marchena. Es un cante que, al igual que la guajira, que también interpretó, se ajusta como un guante a su voz y a su querencia por la melodía. Gutiérrez, sutil, contenido, supo darle su sitio a la cantaora. Como curiosidad, llevaba una guitarra de reserva, algo poco habitual en otros colegas.
Por soleá (no se olvide que procede de Triana, cuna de este palo), se dejó el alma en cada tercio. Se nota que es uno de sus cantes bandera. Fueron una delicia las bulerías dedicadas a su bisabuela (‘Enriqueta la Pescaera’), para las que contó, en el disco, con el compás del zapateado de la bailaora Rocío Molina; en esta ocasión, lo marca el guitarrista con los nudillos en la sonanta. ¡Cuánto arte, compás y transmisión!
Por seguiriyas, se mostró doliente y con la carga de profundidad requerida. Sin tener una voz poderosa, arrostró la cabal sin ambages. Confiesa, en un momento dado, que está melancólica y que, por tal motivo, ha cantado por soleá y seguiriyas, con lo que sigue alterando el programa previsto. Pareció mejorar su estado anímico, pues también hubo lugar para cantes festeros, en el último tramo del recital: alegrías, en las que pellizcó con compás; tangos del Chaqueta, en que se mostró respetuosa con la tradición, si bien aporta su peculiar estilo y personalidad; y, en el adiós, bulerías, nuevamente. En agradecimiento a los calurosos aplausos recibidos, ofreció, enhiesta, una vieja copla, bella y emotiva, que le cantaba su abuela.