Paco Roji realiza un recorrido por los lugares que marcaron el devenir de lo jondo en Málaga
Coautor de biografías de artistas malagueños señeros, como Carrete, La Repompa y La Cañeta, Paco Roji regentó durante años una tienda, La Flamenka, que era un punto de referencia para los flamencos malagueños. Cuando la cerró, en 2011, ideó una ruta por los lugares que marcaron el devenir de lo jondo en Málaga.
Infatigable estudioso del flamenco en la capital malagueña, Roji guía a quienes realizan esta ruta por enclaves con un profundo significado para el flamenco local. Artistas flamencos como El Piyayo, La Repompa o La Trini, por citar algunos, desfilan ante los participantes, que encuentran así la oportunidad de adentrarse en su biografía, sus cantes y también en la historia general del flamenco en Málaga.
El punto de partida, en el Paseo Marítimo Matías Prats, junto al monumento al poeta Jorge Guillén, no es casual, ya que, junto al mar, se otean en lontananza los montes de Málaga. Ambos elementos le dan pie para explicar el origen del cante por jabegotes (de los marengos) y los primitivos verdiales. Miguel Astorga ilustra a los presentes con la interpretación de un jabegote, acompañado a la guitarra por Manu Millán.
La segunda parada tiene lugar en el Muelle Uno, para destacar la trascendencia del puerto de Málaga, puesto que los artistas flamencos paraban allí en sus viajes a América a finales del siglo XIX y primeros del XX. Desde allí, también se divisan el castillo de Gibralfaro y la Alcazaba, entre los cuales, se halla La Coracha, que se unía con la plaza de la Merced con una zona habitada por gitanos, conocida como Mundo Nuevo y, en concreto, con la Plazuela de Santa María, que guarda relación con Picasso, que iba allí a fumar.
El tercer alto en el camino se produce ante la estatua del biznaguero, figura emblemática de Málaga, que se dedica a vender biznagas (jazmines sobre un palo de eneldo y éste, a su vez, sobre una penca de chumbos). Astorga y Millán interpretan los cantes de El Piyayo.
Cuarta parada en la Glorieta de 1922 del Paseo del Parque dedicada a los verdiales, en la que algunos domingos del mes, tiene lugar la actuación de una panda. Roji introduce a los presentes en estos cantes primigenios. Astorga y Millán interpretan un verdial a voz y guitarra.
Tras una breve visita a la estatua del poeta Salvador Rueda -apasionado del flamenco, lo reflejó en parte de su obra-, la ruta se detiene ante el monumento a el cenachero, icono malagueño por excelencia. Aquí, los cantes interpretados son: malagueña de la Trini y jaberas.
Ya en la calle Larios, rememora Roji que tanto esta calle como La Alameda, fueron en su día un hervidero de cines, teatros y tabernas, por su cercanía al puerto, con gran incidencia del contrabando de tabaco, queso de bola… Son los tiempos del estraperlo.
Alude también a los cafés cantantes, que existieron desde mediados del XIX hasta 1920 ó 1925. En el café cantante Sin Techo, verbigracia, se entregó la primera llave de oro del cante a Tomás El Nitri. La última, la recibió Fosforito en el teatro Cervantes de Málaga.
Nueva parada en un lugar mítico, el edificio que albergó el Café de Chinitas (1857-1937), que Lorca inmortalizó en sus versos: “En el café de Chinitas / dijo Paquiro a su hermano: / “Soy más valiente que tú / más torero y más gitano…”
Aún habrá lugar para una última parada en el recorrido, junto al teatro Cervantes para evocar la Gran Taberna Gitana, que existió a pocos metros de allí y donde se conocieron Camarón y Tomatito. Al parecer, el de La Isla actuó por primera vez fuera de San Fernando en este mítico lugar, con sólo quince años, por intercesión de Miguel de los Reyes.
Pese a que no se visitan ni El Perchel, ni La Cruz Verde, donde los cantes festeros ocupan un lugar preeminente, se completan dos horas de recorrido. Un arroz espera a los participantes en la taberna La Mesonera y buen cante y toque por tangos de La Repompa y alegrías de Cádiz.