Starlite Festival. Guitarra: Paco de Lucía y Antonio Sánchez. Cante: David de Jacoba y Rubio de Pruna. Baile: Antonio Fernández Montoya ‘El Farru’. Bajo: Alain Pérez. Armónica y teclados: Antonio Serrano. Percusión: Piraña. Lugar: Cantera de Nagüeles en Marbella (Málaga). Día: Jueves, 15 de agosto de 2013. Aforo: Lleno.
Paco de Lucía sigue en posesión, por méritos propios, del cetro flamenco. Respetado y venerado por flamencos y no flamencos, su trayectoria lo avala como el gran renovador de la guitarra flamenca. Y a sus 65 primaveras prosigue con sus giras internacionales, la última de las cuales recaló en la cantera de Nagüeles, escenario natural privilegiado y con el glamour de la noche marbellí. Con todo el papel vendido, brindó una noche memorable.
Como ya es habitual en él, principió con la rondeña, íntimo y solo ante el peligro. Mito viviente de este arte, se mantiene en un estado de forma admirable -toca con el nervio y el entusiasmo de un jovenzuelo- pese al peso de la edad, que también le ha dejado el poso de la sabiduría, amén de su genio y talento particulares e inigualables. En las bulerías por soleá dedicadas a su hija Antonia, se incorporan cantaores, bailaor y percusión para hacerle el compás.
Consigue llevar al éxtasis al respetable con su virtuosismo rítmico y el de sus acompañantes, ya con el cuadro al completo -se suman la segunda guitarra, teclados y bajo-. Una delicia, ungüento milagroso, árnica para el alma herida. Suena inconfundible su bulería Volar, en la que sobresale la armónica de Antonio Serrano. David de Jacoba, voz gitana, flamenquísima, va creciendo junto a Paco; buena sombra le cobija. Voz muy flamenca también la de Rubio de Pruna, que cubre la ausencia de Duquende, epígono señero de Camarón. Ambos cantaores son de estética camaronera, muy del gusto del genio de Algeciras.
No quisieron perderse el recital nombres ilustres de este arte como el guitarrista Cañizares, que acompañó en su día a Paco, el bailaor Carrete o el cantaor Chato de Málaga, entre otros. Asistieron al baile racial y viril de El Farru en la bulería Patio Custodio; breve (se le rompió un tacón), pero intensísimo, pura celebración de la vida. Emoción a raudales.
Uno de los méritos indudables de Paco de Lucía ha sido convertir determinadas composiciones suyas en temas reconocibles para los no flamencos. Verbigracia, los tangos Cositas buenas, que daban título a su último álbum de estudio hasta la fecha. Curiosamente, enlaza la seguiriya Lagartijo, con una soleá. Vuelve El Farru por sus fueros con su baile de pellizco; pontifica y sólo admite un amén. Tremendamente espectacular, efectivo y efectista. Eléctrico. Logra el aplauso con pasmosa facilidad. Es el suyo un baile dinástico, no se olvide que es nieto del gran Farruco.
Se despide con una rumba, inicialmente más reposada y desatada después; virtuosismo muy aplaudido, como el solo de armónica del inconmensurable Antonio Serrano. Mantiene un excitante y brillante duelo con su sobrino Antonio Sánchez, que crece a su lado y al que parece querer darle la alternativa.
El público, enhiesto, le solicita un bis, tras agasajarlo con un largo y cálido aplauso. Y el genio de Algeciras, como acostumbra, lo agradeció con Entre dos aguas, irreconocible en su comienzo. No tardó en oírse el clamor de los presentes al sonar los acordes inconfundibles de este hit del flamenco. Difícil no emocionarse.
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Paco ha sido y siempre será el mejor guitarrista de todos los tiempos; aparte, como persona, un hombre generoso, humilde y que siempre ha creído en el amor. Un ejemplo para la posteridad; como guitarrista, a los que no lo conocen, bastará con escucharlo…