Festival de verano ‘Terral’. Cante: Diana Navarro. Cante, guitarra y palmas: Antonio Campos. Guitarra: Juan Antonio Suárez ‘Cano’. Lugar: Teatro Cervantes de Málaga. Fecha: Domingo, 15 de julio. Aforo: Lleno.
Comparecía Diana Navarro ante su gente para presentar su disco ‘Flamenco’, con el que volvía a sus orígenes (no se olvide que es una reconocida saetera), en el malagueño teatro Cervantes y lo abarrotó. Agasajó al público, con el que conectó desde el primer momento, con un recital memorable, presidido por la emoción. Como muestra, un botón: En los cuplés por bulerías, al interpretar ‘La loba’, el respetable acabó enhiesto y le concedió un larguísimo aplauso, mientras ella lloraba de emoción.
Abrió por guajiras, con su personalísima, bella y fina, voz, que convierte este cante de ida y vuelta en una delicia. Lo remató con profusión de melismas, cual ave canora. “Es una necesidad vital volver aquí, como si fuera la primera vez”, expuso la malagueña, antes arrostrar las cantiñas, palo que interpreta de modo muy personal, meciendo el cante, con sumo gusto y sus gorjeos característicos. Un auténtico derroche de facultades en los tonos altos, si bien modula con dulzura en las cantiñas (mal llamadas alegrías) de Córdoba. Arrancó los aplausos del público y comentarios cariñosos y elogiosos: “¡Málaga te quiere!”, exclamó una señora. “Eres grande”, sentenció otra.
Le dedicó, acto seguido, la milonga ‘Tinieblas’ a una amiga enferma, con una introducción intimista, la voz susurrada y un acompañamiento mínimo de la guitarra. Es una gran artista y eso se aprecia en su interpretación, que va más allá de la estructura clásica de un cante, preñada de matices y arabescos. Y de un homenaje (a La Niña de la Puebla) a otro, en este caso, a Enrique Morente, en la caña, con pellizco y sapiencia.
Su tierra no podía quedar fuera de sus homenajes, por lo que cantó por abandolaos (‘La bellla’ en el disco), pero, como es preceptivo, los utilizó como remate a la malagueña de Chacón que interpretó previamente. Por sus facultades, estos cantes le van como anillo al dedo. Portentosa. El público acabó enhiesto y rendido a sus pies. Estuvo muy bien secundada, en todo momento, por Juan Antonio Suárez ‘Cano’, a la guitarra. Mientras se tomaba un respiro y se cambiaba de vestido, Antonio Campos cantó por seguiriyas (interpretación profunda y sentida) y tangos (guiño a Morente incluido) con una voz (vozarrón, más bien) flamenquísima.
Vuelve Navarro para interpretar el ‘Padre nuestro’ por campanilleros, con el guitarrista sutil (en otras ocasiones desbocado y siempre solvente). Una auténtica preciosidad, una interpretación emocionada y emocionante que invita a creer al descreído.
El momento festero (y álgido) de la noche, al interpretar los cuplés por bulerías (‘Cuplerías’), ya esbozado al comienzo de esta reseña, volvió a llenar de emoción el Cervantes. Ella, con mucho arte y donosura; soberbio el guitarrista. Arte, mucho arte. Entre lágrimas, explicó el proceso de transformación que sufre al cantar ‘La loba’: “Me libero absolutamente en este cante y me gusta recordar a la genial Marifé de Triana”.
Entre elogios varios (“Tienes la gracia de Málaga, el salero de Cádiz y el arte de Andalucía”, le espetaron), se despidió con un mano a mano por fandangos junto a Antonio Campos, en un bonito contraste de voces, y volvió a emocionar a los presentes con una letra propia sobre la Virgen del Carmen, a quien le pidió por ellos. En los bises, interpreta ‘Sola’, su gran éxito, por media granaína. Su voz, su querencia por la melodía y la letra se adaptan como un guante al cante. Espectacular, bellísima y emocionante. Y, cuando parecía que la actuación tocaba a su fin, sorprendió con una saeta marca de la casa.