Foto: J. L. Gutiérrez – Museo Picasso Málaga |
III Ciclo ‘Flamenco en el Picasso’. Idea original y coreografía: Fernando Romero. Baile: Fernando Romero y José Manuel Buzón. Lugar: Auditorio del Museo Picasso Málaga. Fecha: Viernes, 20 de abril. Aforo: Casi lleno.
Con estas credenciales, había expectación por ver el espectáculo que Romero había pergeñado bajo el epígrafe ‘Desplumado’, que se presentaba, atinadamente, como «tragicomedia musical, bailada, cantada y hablada», en la clausura del III Ciclo de Flamenco en el Museo Picasso de Málaga, que, en esta edición, ha versado sobre el humor y el juego. La crítica e historiadora de danza, Marta Carrasco, disertó previamente sobre el tema de la muerte en las letras flamencas, en las que no siempre se usa como sinónimo de fatalidad, sino también con ironía y sentido del humor.
Dos bailaores flamencos (Romero y José Manuel Buzón) representan una obra teatral con la danza como elemento central, que, en ocasiones, es puramente flamenca, si bien, cuando bailan otras músicas, deriva hacia la contemporánea. Debe entenderse como una necesidad expresiva del artista y, al tiempo, de abrirse a nuevos públicos, con gustos más eclécticos.
Arranca el montaje con Buzón en la piel de un bailaor frustrado, preso de su angustia existencial, que ofrece un monólogo autobiográfico salpicado de humor, que le conduce inexorablemente al suicidio. Pero, hete aquí, que se le presenta la muerte (encarnada por Romero), con la que entabla un diálogo, en sentido literal, primero, y con el baile, después. La música enlatada no le resta un ápice de originalidad y autenticidad a la propuesta, que incluye textos de Woody Allen, Roberto Juarroz y Manuela Nogales, así como música de Jesús Torres, Tom Waits, Vangelis Boudounis, Stravinsky, Béla Bartok y el Mississippi Singer Quartet.
A medida que avanza la obra, entre intentos infructuosos de suicidio del protagonista y algún intento de asesinato por parte de la muerte, ambos se intercambian los papeles a la hora de cantar, bailar y monologar. Buzón se revela como un estupendo bailaor y bailarín, si bien Romero, cuando baila, pontifica; pleno de talento, transmite una tremenda seguridad.
La muerte, vestida de negro riguroso, reflexiona, en uno de sus monólogos, sobre el ser humano y su paso por este mundo, palabras que estremecen al respetable, que encuentra en el protagonista el contrapunto humorístico. Cuando éste despierta, entre delirios de grandeza, de su enésimo intento de suicidio, el personaje encarnado por Buzón tiene un momento de lucidez: «Si a mí lo que me gusta es bailar y que me canten despacito». Baila con mucho ángel unas bulerías grabadas con palmas y sin guitarra. Se despiden entre los calurosos aplausos de la concurrencia, que supo digerir este baile a dúo entre el humor y la muerte.