‘Azulejos, Día de la Cruz, desde el piano‘. Piano: Ambrosio Valero. Artista invitada: Mariquilla. Lugar: Auditorio Manuel de Falla de Granada. Día: Domingo, 2 de mayo de 2021. Aforo: 100 personas.
Ambrosio Valero rindió tributo a la fiesta del Día de la Cruz, la más típica granadina, a través de creaciones de los artistas que nacieron o se inspiraron en esta hermosa ciudad.
El anuncio de las medidas de seguridad y las restricciones de aforo nos hicieron recordar que seguimos inmersos en esta infame pandemia, pero en cuanto empezó a sonar el piano nos sumergimos en un mundo onírico pleno de belleza musical. El auditorio Manuel de Falla tiene una acústica impresionante que invita a cerrar los ojos para apreciar, más si cabe, la resonancia de las notas y de los acordes. Un mantón de manila colgaba de un piano rodeado de claveles evocando cualquier rincón de Granada un Día de la Cruz. Micrófono en mano, Ambrosio definió a su Granada como «fuente de inspiración de pintores, escritores y también de músicos».
El concierto dio comienzo con una composición en tres movimientos del músico granadino Juan Alfonso García (1935-2015).
De Manuel de Falla el maestro interpretó ‘Tres piezas de juventud’ inspiradas en Chopin, pero con acento andaluz. Falla, a través de las manos de Valero nos transportó a una Granada que no vivimos pero que imaginamos; clásico, flamenco y sonidos de un paisaje romántico del primer tercio del siglo pasado. ¡Qué hermosa tuvo que ser la Granada de Falla, Lorca y tantos otros artistas coetáneos!
Y se subió Mariquilla al estrado, guapa y rejuvenecida y aún callada desprendía arte por los cuatro costados y empezó a recitar, en bello homenaje al poeta local Benítez Carrasco y lo hizo como una gran rapsoda, entonando sin sobreactuaciones ni artificios. Los técnicos de sonido le jugaron una mala pasada a la bailaora, al
dejar el micrófono abierto y entre bastidores resonó la frase que decía que le habían temblado las piernas. El púbico sorprendido reía, al reconocer su voz. Pero no le tembló la voz y lució en el escenario como la gran artista que es.
Acto seguido, Valero ofreció en estreno mundial una bellísima pieza titulada ‘Nana andaluza’, de Pablo Martos, otro gran compositor granadino.
Dos piezas de Turina: ‘Generalife y Sacromonte’, que sonaron a Granada, a Generalife y a Sacromonte, fueron interpretadas magistralmente por Valero, obras que nos hicieron sospechar que el genio sevillano tuvo que haberse enamorado de esos lugares que tan grandiosa inspiración le reportaron.
Sin movernos de la butaca paseamos por la Granada de Falla, Turina y Albéniz y por la Granada actual en el Día de la Cruz y sentimos el agua chapotear en fuentes y pilares y vimos los balcones de las callejuelas albaicineras engalanados con mantones, geranios y claveles.
Se emocionó Valero al presentar las piezas dedicadas a su padre ( ‘Estudios Melódicos’ y ‘El labrador’), padre que al parecer falleció hace tres meses, corriendo alguna que otra lágrima por sus mejillas, provocó un enorme aplauso de un público que no encontró otra forma de mandarle ánimo al emocionado artista.
En su segunda intervención, Mariquilla recitó un poema autobiográfico, lleno de sentimiento, nostalgia y satisfacción de ver un sueño de niñez conseguido.
Como colofón, Valero y Mariquilla, a los palillos, regalaron a los presentes una interpretación a dúo de la Granada de Agustín Lara. Sin que hubiera nadie que cantara, del piano y de la castañuelas, salieron sonidos que decían “Mi cantar hecho de fantasía/ Mi cantar flor de melancolía/ Que yo te vengo a dar”.
Solo hay dos tipos de música: la buena y la mala. La mala es la que pasa indiferente o molesta al oído y la buena es la que emociona y te hace llorar. Al menos tres veces tuve que sacar el pañuelo con Ambrosio y con Mariquilla.
Fotos: Pellizco Flamenco
