XI Festival Flamenco On Fire. ‘Pineda’. Dirección artística: Patricia Guerrero. Repetidor: Eduardo Leal. Baile: Álvaro Aguilera, Ángel Fariña, Araceli Muñoz, Claudia Calle, Hugo Aguilar, Lucía Fernández, María Carrasco, Pablo Egea y Sofía Suárez. Cante: Amparo Lagares y Manuel de Gines. Guitarra: Jesús Rodríguez y José Luis Medina. Percusión: David Chupete. Lugar: Baluarte de Pamplona. Día: Jueves, 29 de agosto de 2024. Aforo: Casi lleno.
‘Pineda’, la nueva pieza del Ballet Flamenco de Andalucía llega a Pamplona. Baluarte, el espacio que alberga más de 300 actuaciones al año en la capital navarra. Pamplona, donde se celebra el Festival Flamenco On Fire en honor a su guitarrista más consagrado en las tablillas sagradas de aquello que llaman flamenco: Sabicas.
En este enclave, con el aforo casi completo, tuvo lugar en la noche pamplonica del 29 de agosto la actuación del Ballet Flamenco de Andalucía.
El conjunto de institucionalidad notoria representó la historia de Mariana Pineda, «una mujer de profunda raigambre española», así es como la menciona el poeta granadino más celebrado: Federico García Lorca. De él viene la inspiración para este espectáculo, y cómo no iba a ser de otra forma que con la coreografía y la invocación de Mariana Pineda en el cuerpo de una granadina: Patricia Guerrero. Granadina de trino, con tablas de madera nueva, y es que la directora, bailarina y bailaora tiene 34 años. Una juventud tan prolija como la de su ancestro Federico.
«¡Oh, qué día tan triste en Granada,
las campanas doblar y doblar!»
La pieza brilló con luces suaves, el elemento dramático se supo mantener, «el ya estoy muerta amiguito» que pronuncia Mariana en la obra de Lorca flotaba por algunos haces de luz. Mariana Pineda, una Julieta sin Romeo, en el juego del amor y la libertad, una historia, mil de ellas encarnadas en la lucha por lo sagrado.
El elenco de danza construía un aparato firme y a la vez autónomo. El unísono del ballet más ortodoxo dejaba abiertos algunos vericuetos para la individualidad de los artistas. Un brazo sobresalía por encima del otro con una permisividad agradable, el juego de líneas que orquestaban los cuerpos daban los recorridos necesarios para mantener las cadenas bien calientes. Y Mariana brindándole el amor a la libertad. Y Mariana sola, y Mariana de verde, y Mariana enamorada, y Mariana de morado, y Mariana de rojo, y Mariana de muerte, Mariana de blanco. El cadalso, la libertad, la muerte de una mujer que luchó para que sus hijos no la desprecien, como dice Federico en la Escena VIII de su pieza teatral:
«¡Mis hijos tendrán un nombre claro como la luna llena!»
El cuadro de músicos, escorados en una esquina, supieron darle suficientes lunares para bordar la pieza coral con los hilos flamencos que se merecía el espectáculo.
Libertad, amor, muerte, cadenas, autoridad, compañía. Amor y libertad de nuevo. ¡Cosas más flamencas! Lo flamenco construido por años al son de estos conceptos. Un camino de luchas y esperanzas, bordando banderas de libertad, una ida y una vuelta, el pespunte, la mirada ciega, una aguja que no hay atrevimiento a tocarla, una piedra de hierro en la garganta de un pueblo que son muchos, que son todos.
Y Mariana ya de blanco va desapareciendo del escenario, con todo el séquito de bailaoras y bailaores asumiendose como cobijadas de Vejer, del luto que no se va, que se queda en la raíz profunda; y la luz blanca, de tallo, luz blanca de muerte, vestido blanco, reluciendo en la sombra.
«Tengo el cuello muy corto para ser
ajusticiada. Ya ve. No podrían.
Además, es hermoso y blanco:
nadie querrá tocarlo».
Letras cursivas provenientes de la obra teatral Mariana Pineda, romance popular en tres estampas. Finalizada por Federico García Lorca en 1925.
Fotos: Susana Girón / Flamenco On Fire.