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Actulizado 11:54 PM UTC, Oct 27, 2025

Fabuloso recital de La Macanita en el Festival Flamenco On Fire

XII Festival Flamenco On Fire de Pamplona. ‘Concierto esencial’. Los Planetas. Guitarra eléctrica y voz: J. Guitarra eléctrica: Florent. Piano: David Montañes. Guitarra flamenca: Edu Espín. Cante: La Macanita. Guitarra: Manuel Valencia. Palmas: Cristóbal Santiago y El Pescao. Lugar: Baluarte y Hotel Tres Reyes de Pamplona. Día: Viernes, 29 de agosto de 2025. Aforo: Lleno.

La noche del 29 de agosto en el Festival Flamenco on Fire nos llevó a Baluarte, al ‘Concierto esencial’ del grupo granadino Los Planetas. Un grupo que, por el territorio que lo funda, ha llevado el flamenco entre piel y sangre. Es en Granada donde conocen a Enrique Morente, donde se dejan transmitir por los sonidos flamencos que retumban por sus calles. Esta influencia hace que su atmósfera psicodélica sobrevuele muy cerca de la atmósfera flamenca. Lugares de misterio, de desplazamiento, un rapto del espíritu.

Un juego de luces espectacular, que tan sobria y dinámicamente iluminaban tanto a los cuatro músicos como a los espectadores, llenando el espectro visual de pequeños planetas iluminados y en órbita. Con el auditorio Baluarte repleto de aficionados al grupo, los granadinos, conformados por los ‘dos planetas’: J a la guitarra y voz, y Florent a la guitarra; y los ‘dos satélites’: David Montañes al piano, y el hijo de Carmen Linares Edu Espín a la guitarra flamenca.

Un repertorio muy flamenco y a su vez, muy al estilo de Los Planetas. J presentaba las canciones con parsimonia, quitándose importancia, pidiendo hasta disculpas después de haber hecho otro ritmo al que realmente le correspondía al tema. Llevaron clásicos flamencos a las cuerdas eléctricas y a la voz cruda y acaramelada del músico granadino. El romance de Juan de Osuna, aquella letra tan usada por Caracol; unos verdiales de Fosforito; las cabales de Silverio; acordándose de Morente, de Pepe de la Matrona, ídolos para ellos.

El público, que disfrutaba del concierto desde las butacas del auditorio, algunos incontenibles levantaban los brazos cuando el pellizco les atravesaba, otros tarareaban las canciones. Los aplausos eran de una afición agradecida por la constancia y la pasión de un grupo que ha tenido sus más y sus menos, pero que siempre ha tenido claro sus propuestas, sus derivas y las potencias por las que hacían música. Trajeron temas más modernos, Se quiere venir, del grupo granadino Pxxr Gvng, con el que ya han colaborado en años anteriores. De hecho, el líder de la banda extinta, Yung Beef, en una colaboración con Los Planetas definió su música como «música del demonio» y es que hay veces en las que la música conecta con esos duendes que vienen de algún lugar demoníaco. Goethe, del que posteriormente se inspiró Lorca para desarrollar su idea de duende, lo definía así: «Lo demoníaco es aquello que no puede resolverse por la inteligencia o la razón». Así se sentía, esa atmósfera, tan flamenca, tan irracional, tan del subsuelo, un miedo que entra pero en un lugar seguro, un abrazo mientras el mundo se acaba.

Saliendo del Baluarte hacia el Hotel Tres Reyes, por la calle Navas de Tolosa, de una batalla a otra. Allí nos sumergimos en el submundo de Jerez, con La Macanita, leyenda viva del cante jondo de la ciudad gaditana. A la guitarra, el también jerezano Manuel Valencia, haciendo un recital fabuloso en el escenario del ciclo nocturno, mientras el público se situaba. Con este preludio apareció La Macanita, toda fuerza, toda presencia en ese salón «tan familiar y tan coqueto» como dijo en la presentación Juan Garrido.

Templándose por malagueñas, La Macanita fue a más. Con los palmeros insignes del festival, Cristóbal Santiago y El Pescao, que la supieron llevar por soleá, tientos, tangos y seguiriyas, para acabar por bulerías, donde el público resonó con fuerza, sabiendo lo que se venía. Y es que en las bulerías, la jerezana saca toda su sangre del barrio de Santiago.

Tomasa, agradecida con el público, cercana y con genio supo ir manteniendo su repertorio con la consistencia de llevar toda una vida en los escenarios. Gran artista de la tradición jerezana, con su caudal de hierro nos acompañó al colofón de su ya mítico La Torre, del poeta Antonio Gallardo, donde en pie, sin micrófono, fue levantando su torre, asomándonos a esa atalaya inestable y poderosa que caracteriza el arte y todo lo que rodea a la experiencia sensible.

Fotos: María Hidalgo

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