
XII Festival Flamenco On Fire de Pamplona. Cante: Agujetas Chico y Duquende. Guitarra: Domingo Rubichi y Julio Romero. Palmas: Cristóbal Santiago y El Pescao. Baile: Beatriz Morales. Lugar: Escenario Sabicas Civivox Condestable y Hotel Tres Reyes de Pamplona. Día: Miércoles, 27 de agosto de 2025. Aforo: Lleno.
Agujetas Chico, acompañado del inseparable Domingo Rubichi, ofreció un repertorio gitano en el patio de Civivox. Horas más tarde en el ciclo nocturno, Duquende mostró su estilo bohemio y desgarrado.

Antonio Agujetas Chico y Domingo Rubichi comenzaron por tientos en la calurosa y lluviosa tarde del 27 de agosto en el Civivox Condestable. «Viva la lluvia y viva el bochorno», espetó el jerezano nada más comenzar. Tuvo que quitarse la chaqueta al terminar el primer cante. El patio, repleto de gente, sillas ocupadas, alrededor en pie, asomadas en la primera y segunda planta. Antonio, que recuerda su estirpe en sus formas: su forma de entonar los cantes, de arrancarse, su forma de mover el cuerpo, incluso cerrando los ojos se acuerda de dónde viene.

Por malagueñas estuvo cómodo, atinando en los silencios. Domingo lo acompañaba con su toque particular, con esa complicidad de años. A las palmas, seguros y valientes, Cristóbal Santiago y El Pescao. En las bulerías llamó a la bailaora Beatriz Morales, su mujer, para que se arrancara con unas pataítas. Encontrando el momento adecuado, después de unas letrillas, la artista jerezana se dispuso en medio del cuadro demostrando su talento, zapateando los adoquines del patio como si fuera una tarima de caoba. Pies de acero y cuerpo de plumas. Agradecida por la invitación se despidió, dejando la actuación en muy alto nivel.

Seguidamente, Agujetas Chico, por soleá, «al 7 por arriba», le decía a Rubichi, arribando su voz rajá a las costas de Cádiz. Y es que el jerezano sabe usar sus cualidades, pudiendo romperse en todo momento elige con mesura e inteligencia. Continuó por seguiriyas, el silencio reinaba en el patio, unos miraban a Antonio compungidos, otros miraban hacia el suelo, intentando digerir los lugares a los que este palo lleva, lugares íntimos y sagrados. Antonio, llegando al sumun en algunos momentos, no puede contener su cuerpo, se le escapa, pareciera que necesitara una isla entera para llenar todo lo que su cuerpo le reclama. Las seguiriyas las sentenció por cabales, aquellas seguiriyas que Silverio implementó, cambiando de la tonalidad flamenca a la mayor, llevando al público a ponerse en pie y a resonar de aplausos todo el espacio sonoro allí presente. Para acabar, ya notándosele el mal rato por el calor que estaban pasando, regaló al público pamplonés un par de fandangos bien tirados, recordando que se sentía pamplonica ya que había vivido dos años de su vida en la calle Jarauta cuando era adolescente. Terminó acordándose también de sus primos de Francia que se encontraban entre el público y que habían venido a oírle cantar. La tarde quedó en familia.

Duquende en el Hotel tres Reyes, a las 22:30, en esas veladas nocturnas típicas del festival,
con un sold out, regaló su estilo a los allí presentes. Junto con Julio Romero a la
guitarra, y Cristóbal Santiago y El Pescao a las palmas.
El catalán no puede evitar acordarse de Paco y de Camarón. Así lo dijo en su primera letra por
tarantas. Ni una palabra expresó Juan Cortés Duquende que no fuera entonada por el cante. Su repertorio, puro flamenco. Continuó por soleá por bulerías donde se le sintió su jipio y sus más profundos ecos.

Con su estilo personal, su sombrero, su traje y su chaleco abrochado hasta el último botón,
parecía que no llevara nada, toda esa constricción de los tejidos no afectaban a la
radicalidad de su cante. Los oles se asomaban por las mesas, la soleá por bulerías despertó pasiones, y los aficionados se entusiasmaron con ella. Alegrías, seguiriyas, Julio Romero demostró una técnica prodigiosa, sin dudar en entregarla al público
pamplonés.

Duquende tiene algo en la voz que impresiona, se asoma a un precipicio tan grande que
asombra su capacidad para salir de él tan ileso. Eso lo demuestran las tablas, el talento y la dedicación de un artista que lleva desde pequeñito sabiendo lo que hace.
El catalán es el más reconocido continuador de la saga camaronera, lo recuerda en su
forma de cantar y hasta en las letras que canta: «Que a mí me vió de nacer», esas letras que tanto nos recuerdan al genio de San Fernando.

Duquende consigue, en ciertos momentos, situarnos en un lugar, que a mi parecer, se
escapa de lo entendible. Es tanta la energía emocional que se genera en el escenario, que el cuerpo se queda atónito, abrumado, agitado, en otro lugar, en un no lugar. Es una sensación que no hay forma de expresar. Gómez de la Serna definía ese pasmo, ese momento en el que la realidad no puede ser representada con las palabras, como «lo indecible que tiembla». La última letra, templando el ambiente con el himno triste y melancólico de Ray Heredia Lo bueno y lo malo. Dándole la suavidad y recogimiento a una velada cargada de fuerza y garra. Para bordar la noche, Juan Garrido, el presentador de la gala, invitó a Tomatito para que le
colocara el preciado pañuelo rojo de Sabicas sobre el cuello.
Fotos Duquende: Miguel Oses Muruzábal.