
XII Festival Flamenco On Fire de Pamplona. Cante: Ismael El Bola. Guitarra: José del Tomate. Palmas: Cristóbal Santiago y El Pescao. Baile: Alba Heredia y su cuadro: Cante: José del Calli y El Bola, Guitarra: Juan Jiménez. Palmas: Rober El Moreno, Percusión: Lucky Losada. Lugar: Escenario Sabicas Civivox Condestable y Hotel Tres Reyes de Pamplona. Día: Miércoles, 27 de agosto de 2025. Aforo: Lleno.
Ismael El Bola y José del Tomate haciendo bien las cosas en la fresca tarde del 28 de
agosto en Pamplona. Corría brisa amable en las traseras del Palacio de Ezpeleta, en el
Espacio Pansequito, repleto de sillas blancas, las gentes sentadas, en pie algunos, otros
sobre el verde césped, expectantes por la actuación de estos dos jóvenes andaluces.

Ismael agradecía al público y a la organización la oportunidad de poder actuar en uno de los festivales más importantes del estado. Las palmas brillantes, como siempre, a cargo de Cristóbal Santiago y El Pescao.
Ismael El Bola tiene muy presente la tradición, se le nota el respeto y la admiración hacia lo
antiguo. Por momentos recordaba la voz dulce de Pepe Marchena. Siempre con la mirada
puesta en su tierra, en Sevilla, en Triana. Nos ofreció unas soleares de Triana que tanto nos
suenan a Naranjito, a El Zapatero, a El Arenero; en otros momentos se sentían destellos
de Manuel Molina, aquellas exhalaciones al final de las letras, con un cambio de registro
que se agradece. El trianero destaca por su riqueza y pluralidad en el cante.

José del Tomate, al toque, en sintonía con su compañero Ismael, se les veía disfrutar. José
mantiene una naturalidad nada ensimismada con el instrumento, es capaz de esbozar una
sonrisa a su colega mientras ejecuta una virtuosa falseta.

Buscando el anochecer se despidieron por bulerías, «y lloró y lloró la niña conmigo en el
rincón». Con esa letra comenzó la ovación que más tarde volvería a suceder en el Hotel Tres
Reyes, en ese ciclo nocturno que prometía ser de una noche de esas que no se olvidan.

Era casi la medianoche cuando Alba Heredia se subió al escenario con un traje rojo. Su
palmero Rober El Moreno, sus dos cantaores José del Calli y El Bola, a la percusión
Lucky Losada y a la guitarra Juan Jiménez. Todos estábamos esperándola. ‘Cueva Rocío’
se llamaba el espectáculo, la cueva del Sacromonte en la que se había criado, aquella que le impregnó de un poderoso misterio.

Por soleá, el palo donde más emoción siente, donde puede descubrir sus más profundos
ecos. El público sediento de magia, de emoción, agradeció la talla de esta joven granadina que está ya más que consagrada como referente del baile flamenco actual. A Alba se le nota la soltura que tiene en el tablao, se mueve con un conocimiento por el escenario que se agradece el simple caminar por él, un animal en su hábitat.

Por seguiriyas, con José del Calli espléndido; por bulerías, turnándose con El Bola, y Alba
comiéndose el escenario, transmitiendo hondura a raudales. Alba no entiende la vida sin el baile, y eso se nota. Había momentos en los que la granadina derramaba un sacrificio extremo sobre el escenario. Se la veía jadeante después de unos golpes férreos, pero ella no podía contenerse, era más grande su temperamento, su sentimiento, su veneración al baile flamenco. Cuando su cuerpo, le recordaba la limitación que el alma no posee, algo se le despertaba, algo le hacía volver al hechizo, Lorca se refería a ello como «el advenimiento del duende», el granadino decía así: «El advenimiento del duende presupone siempre un cambio radical en todas las formas, produce sensaciones de frescura totalmente inéditas, que tienen la cualidad de una rosa recién creada, de un milagro». Y como una rosa volvía a asomarnos a ese abismo en el que nos sitúan espectáculos como este.

Tanto el público como sus acompañantes estaban por y para ella, y Alba con gran inteligencia y bondad, que eso también se nota en el baile, nos hizo rozar ese cielo rojo y roto que se alcanza en las noches de gallardía. «¡Viva la verdad!» Se escuchaba de uno de sus compañeros de escenario. Pura verdad fue lo que se vivió sobre ese escenario, pura orfebrería gitana. Heredia, que ha crecido con figuras como Mario Maya, Marote y Manolete, tiene ya su propio estilo, una garra que duele, un dolor que es estético, que luce, y es que Alba recoge los granos de oro y los convierte en collares de altos quilates.
Fotos El Bola: Susana Girón.
Fotos Alba Heredia: Miguel Oses Muruzábal.