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Actulizado 1:11 AM UTC, Apr 20, 2024

La magia de Joaquín Grilo

Joaquín Grilo 2
‘La mar de flamenco’. Ciclo ‘Flamenco viene del Sur’. Dirección artística y coreográfica, escenografía y baile: Joaquín Grilo. Cante: José Valencia. Guitarra: Juan Requena. Percusión: Paco Vega. Lugar: Teatro Cánovas (Málaga). Día: Miércoles, 15 de mayo de 2013. Aforo: Dos tercios.

Joaquín Grilo tiene magia y lo demostró en el malagueño teatro Cánovas Ya antes de formar su propia compañía, amén de obtener importantes premios, giró durante varios años con el gran Paco de Lucía, que no recluta a cualquiera para acompañarle. Si bien recuerda a Antonio Canales en presencia y formas, tiene una acusada personalidad. Se sabe grande y lo transmite; hace fácil lo difícil, como si fuera algo al alcance de cualquiera.

Se trata de un espectáculo que el bailaor jerezano presentó en su tierra natal el pasado año y que destaca por su originalidad y teatralidad. Portentoso en el zapateado por alegrías, ha encontrado en José Valencia, cantaor ortodoxo, curtido en el acompañamiento al baile (ha cantado para Antonio El Pipa, Farruquito, Antonio Canales…), el complemento idóneo para su propuesta.

Por Levante, Juan Requena, soberbio, deja una bellísima pieza. Grilo realiza un baile más teatralizado; pura expresión, puro sentimiento. En la zambra, con la voz poderosa del cantaor lebrijano, Grilo se muestra contenido al principio y desatado después. El cante con pellizco ocupa el primer plano y se funde con el baile en un dúo memorable.

Turno ahora para el lucimiento vocal de Valencia -que empieza a despegar en solitario tras la reciente publicación de su disco de debut, ‘Sólo flamenco’- por tonás. Ejerce como secundario de lujo como otros grandes cantaores, verbigracia Rafael de Utrera. Abisal y telúrico, pellizca y llega a lo más profundo; derroche de facultades.

Vuelve Grilo, vestido de blanco de la cabeza a los pies, por farruca, donde se acentúa la teatralización como valor añadido sin perder ni un ápice de hondura. Es quizá en la soleá apolá donde cantaor, bailaor y guitarrista se muestrán más clásicos, excelsos en cualquier caso. En las guajiras, amén de belleza, exotismo y exquisitez, saca a relucir su sentido del humor. Se muestra postinero con el sombrero y sus ademanes. Es algo vivo, no encorsetado.

Especialmente emocionante resultó el tramo final con el bailaor entregado por bulerías y sus subalternos ejerciendo como palmeros, con pases taurinos y toques de humor incluidos, algo muy necesario en los tiempos que corren. Curiosamente, el espectáculo terminó como empezó, con la misma composición escénica, en una clara referencia alegórica a la vida y sus ciclos. Largo y calurosísimo aplauso final con el público enhiesto.

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