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Juan Pinilla ofrece una clase magistral del mejor cante

‘Noche Flamenca Parque del Majuelo’. Cante: Juan Pinilla. Guitarra: David Caro. Baile: Beatriz Remacho. Palmas y cante: (Artistas invitados) Juan Pinilla (padre) y María Pinilla (hermana). Lugar: Auditorio del Parque del Majuelo de Almuñécar (Granada). Día: Martes, 14 de agosto de 2018. Aforo: Media entrada.

La noche del martes pasado, Juan Pinilla y familia, junto con la bailaora Beatriz Remacho y el guitarrista David Caro, ofrecieron en el Majuelo de Almuñécar toda una clase magistral del mejor cante flamenco de la historia, empezando por un completo repaso a las legendarias figuras que participaron en el Festival de 1922, organizado, entre otros, por Lorca y Manuel de Falla. Pinilla, acompañado por David Caro, joven y prometedor guitarrista, revivió con un gran dominio vocal los cantes de Manolo Caracol, Manuel Torre, Antonio Chacón, el Tenazas, Frasquito Yerbabuena y la Niña de los Peines. El cantaor granadino, Lámpara Minera en 2007, es un profundo conocedor del cante y, además, tiene la suerte de poder expresar su sabiduría cantando con la mayor maestría.

Acto seguido, y hechas las presentaciones de los artistas invitados, junto con su padre y su hermana, no podía faltar una muestra de otra de sus facetas características; su compromiso social, que se plasmó en una versión del poema de Miguel Hernández Aceituneros de Jaén. Fue un salto en el tiempo, en clave de tientos, que nos transportó a la época de la transición, de Jarcha, Paco Ibáñez, Serrat o Morente, que también versionaron este hermoso poema.

Con un baile por seguiriyas, se presentó Beatriz Remacho, joven letrada granadina que compagina su profesión de abogada con su pasión por el baile, y que como bien dijo Pinilla, «ella sí que puede decir que baila por derecho». Y a fe que lo hizo, con una sobria coreografía en la que mostró ser una bailaora más que consagrada.

Con un salto atrás en el tiempo, Juan Pinilla padre me hizo recordar aquella época en que aprendí a llorar por fandangos, cuando escuchaba a Pepe Marchena en aquellas cintas que enrollábamos con un bolígrafo. Bordó el Romance a Córdoba, con la misma facilidad que Marchena pasaba de recitar a cantar y viceversa. Este genial y vanidoso cantaor se autodenominaba maestro de maestros y decía así:

«¡Qué trajín!
¡Qué algarabía!
Con el bullir que no cesa,
en el que contribuía
la gracia y soberanía
de la mujer cordobesa».

La poderosa voz de María Pinilla nos deleitó con la muy versionada copla por bulerías Qué no daría yo. Y un mano a mano entre padre e hijo evocó a Pepe Pinto, con Noche de Reyes, paradigma del romanticismo en las letras del cante flamenco.

También alternaron voces en la granaína y media, padre e hijo respectivamente, en el palo en el que Juan Pinilla hijo se muestra sublime.

Beatriz Remacho escogió unas alegrías para lucirse con un mantón que volaba por el escenario con numerosos giros, alternados con veloces taconeos, acompañada por un guitarrista que acabó por Diego del Gastor y con Pinilla por Chano Lobato.

Padre y hermanos ofrecieron un repertorio de fandangos, para dar paso a otro de los himnos del flamenco, La Estrella, de Enrique Morente. Pinilla puso al público en pie y le obligó a cantar el estribillo. Y el respetable estuvo a la altura y cantó afinado y a compás.

El final tenía que ser, como siempre, por bulerías, pero Juan Pinilla tuvo el buen gusto de hacerlo de manera lorquiana, con los Cuatro Muleros y Anda Jaleo. Pinilla padre fue Pepe Marchena, Pinilla hijo el maestro de maestros y la noche, marchenera.

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