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Flamencos de arte

Manuel Molina2
III Bienal de Flamenco de Málaga. ‘Raíces’. Cante: Mari Peña, Luisa Muñoz, Vicente Gelo y Manuel Molina. Guitarra: Paco León, Paco Cepero, Antonio Moya, Paco Iglesia y Manuel Molina. Baile: Carmen Ledesma. Percusión: Chicharito y Paco Vega. Violín: Sophia Cuarenghi. Lugar: Auditorio La Paloma de Benalmádena (Málaga). Día: Viernes, 9 de agosto de 2013. Aforo: Media entrada.

Hay toreros de arte -Curro Romero, Rafael de Paula, Morante de la Puebla…- y también flamencos de arte, aunque pueda resultar un poco redundante, pues el flamenco es un arte en sí mismo. A las pruebas me remito: por las tablas del auditorio La Paloma de Benalmádena desfilaron figuras egregias como Paco Cepero, Mari Peña, Carmen Ledesma y Manuel Molina. Todos dejaron muestras palpables de lo que digo, en un espectáculo, bajo el epígrafe ‘Raíces’, creado ex profeso para la Bienal de Málaga.

Paco Cepero, uno de los grandes de la guitarra de acompañamiento, amén de haber compuesto para figuras como Rocío Jurado, Chiquetete, Camarón y La Paquera, entre otros, ofreció, en este caso, un estupendo recital como concertista, acompañado por Paco León, como segunda guitarra; Chicharito, a la percusión; y Sophia Cuarenghi, al violín. Dos palabras lo definen: pureza y dulzura. Es artesano y orfebre de dulces melodías, un virtuoso con alma. Ora rumbas, ora tanguillos y siempre soniquete de Jerez, especialmente por bulerías. Su guitarra habla y dialoga con sus subalternos. Le dedicó una bellísima pieza (Capricho), de su disco ‘Abolengo’, a las mujeres; tocó por seguiriyas «para no olvidarnos de nuestras raíces» y se despidió con su conocida rumba Agua marina, «mi buque insignia».

De Jerez a Utrera –Angelita Montoya se cayó finalmente del cartel por un problema de salud-, con el cante visceral y telúrico de Mari Peña, emparentada con el mítico Pinini. Su marido, Antonio Moya, estuvo brillante, como en él es habitual, y al servicio del cante. Por tientos-tangos, pellizcó, diciendo el cante despacito, a la antigua usanza, con un guiño a Málaga en los cantes del Piyayo. Prosiguió con una soleá muy sentida, pellizcando. Tiene una voz diferente, muy personal. Haciendo honor al título del espectáculo, bebe directamente de la raíz del cante. Por fiesta, siguiendo la tradición utrerana, deleitó al respetable con unos deliciosos cuplés por bulerías. ¡Cuánto arte y flamencura! Dulce desgarro.

Turno para el baile antiguo y de pellizco de Carmen Ledesma, de la cava de Triana. Elegante y sutil a la par que racial y desbocada. Acompañada por Vicente Gelo, al cante; Paco Iglesia, al toque; y Paco Vega, a la percusión, resultó espectacular su dúo con el cantaor. Belleza y sentimientos a flor de piel. En el adiós, bulerías con el cuadro arropándola. Transmite sin grandes alardes técnicos, ni falta que le hacen.

Sobrina de Antonia ‘La Negra’, de la dinastía de los Montoya, Luisa Muñoz posee una voz gitana, con su eco característico, inconfundible, y flamenquísima. Esta cantaora malagueña de adopción -pues nació y se crió en Francia- abrió por romeras y alegrías, continuó por seguiriyas, en las que evocó al gran Manuel Torre, y se despidió por bulerías, sobrada de compás y facultades, con bellos cuplés.

La guinda a una noche de flamenco de arte la puso el esperado y celebrado Manuel Molina. A solas con su guitarra y completamente de blanco, este trovador flamenco es un heterodoxo, ya desde los tiempos en que formó Smash, junto a Gualberto, y, posteriormente, Lole y Manuel, inolvidable dúo junto a Lole Montoya. Jaleado y vitoreado desde el comienzo de su actuación, fue desgranando letras sentidas y sentenciosas, también humorísticas. Todo cabe en él; eso sí, hay que escucharlo con oídos desprejuiciados. Lo que en él es arte puro en otro serían puros desvaríos, una excentricidad. Como muestra de su talento, un botón: «Que nadie vaya a llorar cuando yo muera, es más hermoso cantar». Aún habría lugar para un fin de fiesta por bulerías, con Luisa Muñoz, Mari Peña y Carmen Muñoz como protagonistas, con el que se cerró una gozosa noche de arte.

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