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Arcángel, tradición y vanguardia

Ciclo ‘Andalucía, territorio flamenco’ – Marbella (Málaga) 2/3/12
La segunda cita del ciclo marbellí ‘Andalucía, territorio flamenco’ era con uno de los primeros espadas del cante actual, el onubense Arcángel, que ofreció, como viene siendo habitual en los últimos tiempos, un recital ortodoxo, respetuoso con la tradición, aunque a veces alargue los tercios a voluntad y le dé su sello a determinados cantes. Hay que mencionar, eso sí, una novedad con respecto a otras ocasiones. Tras despedirse con una fuerte ovación del público, regresó al escenario para ofrecer un número final vanguardista, al más puro estilo Morente. Con un artilugio que le permitía grabar los sonidos que generaba, registró el compás con las palmas y el cajón, así como los coros que luego utilizaba para acompañarse a sí mismo, logrando una bella y mágica composición, que lastimaba, por carceleras y zambra (La Salvaora).
Abrió por malagueñas del Mellizo, en un guiño a la tierra que pisaba, con pellizco y perfectamente secundado, al toque, por el gran Miguel Ángel Cortés, soberbio, sutil, clásico y contemporáneo, como el onubense. Las remató con los clásicos abandolaos (entre ellos, una bellísima rondeña), en otra exhibición vocal, con la que arrancó aplausos antes de terminar.
Se mostró cadencioso, como nos tiene acostumbrados, en la soleá apolá y muy sentido en los fandangos naturales (en homenaje a Camarón y a Caracol), que fueron muy aplaudidos.
Sobresaliente Cortés en la seguiriya, entre los olés de la concurrencia. Quejío amargo, sonidos negros del flamenco. Momento culmen. Monumento a la seguiriya en homenaje a los clásicos. A quienes lo critican por buscar nuevos caminos, en esta ocasión, ofreció pureza y ortodoxia.
Un solo de guitarra por cantiñas, con los palmeros (Antonio y Manuel Saavedra, ‘Los Mellis’) y la percusión (Agustín Diassera), precedió a otro de los homenajes al ronco del Albaicín. Sin la sonanta, rodeado por palmeros y percusionista, todos enhiestos, Arcángel aborda unas bulerías a capella, a la morentiana usanza. Bello y sentido momento, que remata con La bien pagá, con la que se metió al público en el bolsillo.
Excelso en los tangos, ofreció unas alegrías, como en él es costumbre, casi susurradas, con la guitarra a modo de bajo, buena prueba de que para cantar bien no hace falta gritar. Belleza y mucho compás. El onubense, amén de ser una primera figura del cante actual, se está convirtiendo en un clásico a su edad. Muy aplaudido, aún no había saludado y aprovechó para reivindicar el papel del flamenco en el mundo actual. Se despidió por fandangos de su tierra, con Toronjo en el recuerdo.

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